Las madres… La vida – Por Juan Pedro Rivero

El valor de lo intangible modifica, sin duda, la cotización de una empresa. Y los intangibles son esa realidad que no siendo contable ni respondiendo a números financieros, hacen que una empresa posea una capacidad mayor o una precedencia respecto a cualquier otra empresa del sector

El valor de lo intangible modifica, sin duda, la cotización de una empresa. Y los intangibles son esa realidad que no siendo contable ni respondiendo a números financieros, hacen que una empresa posea una capacidad mayor o una precedencia respecto a cualquier otra empresa del sector. La importancia de lo intangible. No lo vemos, pero está; no se suele tener en cuenta, pero sin ello nada sería igual.

Hoy quiero hablar de un intangible social sin el cual nada sería igual, no valdría igual, no podría humanizar igual. Y lo quiero hacer antes de que llegue el primero de mayor y todos nos sintamos empujados a felicitarlas con una flor en las manos. Las madres son un intangible de valor incalculable.

Un regazo, una irada, una sonrisa… ¿Cómo contabilizar su valor? Nos llevaron nueve meses en su seno prestándonos su calor y dándonos de su propia vida la posibilidad de existir. Nunca mejor podemos decir que cargaron con nosotros llevando nuestro peso bajo su corazón inquieto. Latiendo a nuestro ritmo y anhelando aquella espera.

Fueron ellas mismas nuestro primer alimento mientras nos acostumbramos a su olor. Y, desde entonces, sus brazos han sido el nido permanente donde descansar tanto agobios como ilusiones. Y por mucho que lo intentemos, jamás será igual para un hijo el solar del corazón de un padre como la tierna almohada del corazón de una madre. En esto no hay parangón aunque queramos. Ellas son nada más y nada menos que nuestras madres.

La vida cobró con ellas una imborrable dimensión femenina. Intangible, pero sin la cual nada tendría el mismo color. Benditas madres y abuelas que fueron madres de nuestras madres y fuente de una sabiduría escrita en los libros de sus consejos. Bendecidas por la naturaleza que las hizo grandes y más fuertes, muralla infranqueables de protección y de apoyo.

Hace veinte día, con 102 años, murió la madre de un compañero. Le reconocí una fuerza especial al dirigirnos la palabra en aquella situación. Y pensaba qué haría yo si el inevitable itinerario temporal me pusiera en esa coyuntura. He de decir que no lo sé. Porque, como repetíamos de pequeños, “madres no hay más que una…”.

Si no están vivas, este domingo una oración agradecida. Si viven, recuerda que tu vida tiene un intangible que no puedes menos que agradecer. Una oración, pues, también.

[su_note note_color=”#d0d3d5″ radius=”2″]Juan Pedro Rivero González
@juanpedrorivero[/su_note]

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