Pollabobadas del idioma

Ahora, a los locutores de la radio y de la televisión les ha dado por poner “grande” como calificativo de personas que hacen algo que ellos creen un prodigio

Ahora, a los locutores de la radio y de la televisión les ha dado por poner “grande” como calificativo de personas que hacen algo que ellos creen un prodigio. Por ejemplo, el entrenador del Granada gana un partido en Madrid, si esto fuera posible, y ya dicen. “Grande Fulano”. Si Bale sortea a diez contrarios y se planta en la meta rival a hacer un gol, “grande Bale”. Váyanse por ahí, hombre. Reserven lo de grande para lo que es, una medida, no un elogio. Yo prefiero el habla popular, el ranillero, que es como el cockney de My Fair Lady, pero en local. En el Puerto de la Cruz, en la noche de los tiempos, cuando alguien negaba algo, no le gustaba alguna cosa o desaprobaba alguna cuestión o el modo de proceder de alguno, el discrepante decía: Veris nolis. Nunca supe de dónde venía la expresión, probablemente del very (muy, muchas, etcétera) anglosajón y de un frustrado latinazgo de ignorada procedencia. Pero eso de “grande” me repatea la barriga cada vez que lo oigo. De vez en cuando se ponen de moda palabros y expresiones que luego quedan, como “molar” por “gustar”, y como “no es de recibo” por “no hay derecho” o “no es aceptable”. Son godismos. En fin, que el idioma cambia y la Española de la Lengua recoge luego lo que no debe y rechaza lo que debe, porque hay academias -tanto la “grande” como las chicas- que viven de espaldas a las expresiones del pueblo. Me gustaría que aceptaran lo de veris nolis, que a mí es una expresión que me encanta. Grande Bermúdez, todo sudado, en el Mencey, haciendo spa. Pollabobadas del idioma.

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