La crisis se queda

Algunas estadísticas revelan que la crisis llegó a Canarias para quedarse. Serán notables los esfuerzos de las administraciones públicas y del sector privado para generar empleo y riqueza, pero la realidad indica que relucen problemas que inciden en las condiciones de vida de los habitantes

Algunas estadísticas revelan que la crisis llegó a Canarias para quedarse. Serán notables los esfuerzos de las administraciones públicas y del sector privado para generar empleo y riqueza, pero la realidad indica que relucen problemas que inciden en las condiciones de vida de los habitantes. Algunos de ellos, estructurales, se han enquistado de forma tal que nos hemos acostumbrado a convivir con ello y ya forman parte de nuestras singularidades. Otros, es verdad, han encontrado paliativos, pero es difícil remontarlos. La sociedad insular, en fin, por muchos carnavales, por mucho deporte, por muy fácil que resulte el acceso a los bienes de consumo y por muchas grandes superficies o centros comerciales donde parece que nos movemos en el primer mundo o en satélites confortables, tiene razones para andar preocupada por su presente y su futuro. Carencias, limitaciones y desigualdad son conceptos que la acompañan.

Echemos un repaso, por ejemplo, a los registros del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre Condiciones de Vida de los españoles. Señalan que al término del pasado año, Canarias tenía un 28,5% de su población en riesgo de pobreza, casi un punto más que en 2014, lo que la sitúa como la cuarta comunidad autónoma con más complicaciones en esta materia, detrás de Andalucía, Murcia y Extremadura. En 2015, los ingresos medios de cada residente en las islas se incrementaron de 8.302 a 8.640 euros a lo largo de todo el ejercicio, la quinta cantidad más baja del país. Son unos 800 euros por debajo de la media. Pese al incremento de los ingresos por persona, la tasa de hogares donde se pasan más dificultades para llegar a fin de mes casi se ha duplicado y ya se sitúa en el 34,5%, la más alta del país. Otro dato inquietante, interpretando las cifras del INE, es que las familias canarias tienen muchas dificultades para afrontar los gastos periódicos asociados a la vivienda (hipoteca, alquiler, suministros de servicios): un 18,1% está afectado, el doble de la media española (9,4%). Para qué hablar de las dificultades con las que se afrontan gastos imprevistos, un 67,7%; y de los que no pueden permitirse una semana de vacaciones al año fuera de casa, un 57,9%, diecisiete puntos por encima de la media estatal. Para qué hablar si los porcentajes son, en algunos casos demoledores. Aquí podrá haber récords de afluencia turística y recuperación de sectores productivos, pero algo sigue fallando para que estemos lejos de un bienestar más generalizado. Otro ejemplo: Cáritas, la organización no gubernamental de la Iglesia, dio a conocer ayer su balance de prestaciones en 2015 en el que se corrobora que la crisis no ha finalizado. Además de socializar las pérdidas -nadie está de libre de egoísmo, ha dicho el obispo de Las Palmas, Francisco Cases-, advierte de una cronificación de la pobreza. Siguen siendo malos tiempos para la lírica, desde luego.

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