El carnaval de San Fermín – Juan Pedro Rivero González

El ser humano participa del género animal. La especie es humana, pero compartimos con el resto de seres vivos ese componente biológico que determina muchas de nuestras necesidades: respirar, comer, beber...

El ser humano participa del género animal. La especie es humana, pero compartimos con el resto de seres vivos ese componente biológico que determina muchas de nuestras necesidades: respirar, comer, beber… No estamos exentos de componentes instintivos y predisposiciones inconscientes. La naturaleza tiene su peso. Pero la peculiaridad de la naturaleza humana es su dimensión consciente, su inteligencia, su capacidad de voluntad. Somos capaces de comunicarnos y hacer llegar nuestro pensamiento al pensamiento de otro humano. Somos cerebro, pero somos también mente, psicología, creatividad, lucidez… Tal vez esta especificidad carente de generosidad responsable sea la que nos sitúa de manera peligrosa en el ecosistema que somos capaces de destruir con nuestro egoísmo consciente. Pero, sea como sea, tenemos la dicha providencial de ser algo más que el resto de seres vivos. Razón y corazón consciente. Inteligencia sintiente que decía Zubiri, razón cordial que repetía Unamuno, razón poética como nos definía Zambrano…
Algunas imágenes recientes de las fiestas de San Fermín, en Pamplona, como algunas similares en nuestros carnavales chicharreros, son dan la posibilidad de recordarnos nuestra común dimensión con el reino animal. De todos son conocidas. Tremenda sinrazón y manifestación de fuerza instintiva del animal que llevamos dentro, deseducado y promovido por el desgaste de una cultura de la responsabilidad y de la prudencia. El instinto en portada. El grito mediático de que “(…) sin sexo no hay san Fermín”. No es sexo sino desnuda genitalidad narcotizada por el alcohol que desinhibe y reduce lo humano a lo meramente animal. La violación de una muchacha por cinco desubicados machos humanos, la provocación pública de un espectáculo erótico, el sopeteo como argumento. La orgía en la calle subvencionada con fondos públicos. El éxito de la cultura autónoma y la superación de la represión malsana… Y en el marco de las fiestas de San Fermín, joven obispo que murió con 31 año decapitado por el paganismo del siglo III de las Galias.
Homo ludens además de homo sapiens. Pero no tan lúdico e inconsciente que despida la razón de la escena de la fiesta. Puedo entender que ocurra, puedo suponer la lógica interna de la cultura actual que nos arrastre a este tipo de espectáculos; lo puedo entender. Pero, en modo alguno, lo puedo justificar. ¿Para qué invertir en promoción de la igualdad entre los sexos, la lucha contra la violencia machista, cuando seguimos aupándonos en justificaciones de estos espectáculos inhumanos?
Este carnaval no se lo merece San Fermín.

@juanpedrorivero

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