El vino que envejece en el fondo del mar

Después de 15 meses desde su inauguración, la primera bodega submarina de Canarias, ubicada en el litoral del Porís de Abona, en Arico, está a punto de completar por primera vez su capacidad máxima de almacenamiento para 5.000 botellas; su cartera de clientes se extiende por las Islas
Imagen del módulo de la bodega sumergido a 200 metros de la costa del Porís, donde el tiempo medio de permanencia              del vino oscila entre tres meses y un año. DA
Imagen del módulo de la bodega sumergido a 200 metros de la costa del Porís, donde el tiempo medio de permanencia del vino oscila entre tres meses y un año. DA

Quince meses después de su inauguración, la primera bodega submarina de Canarias, ubicada en el muelle del Porís de Abona (Arico) a 18 metros de profundidad, ya parece haber alcanzado su velocidad de crucero. La instalación de hormigón y acero, de 14 toneladas de peso, cuatro metros de largo y tres de ancho y con capacidad para almacenar hasta 5.000 botellas de vino, reúne las condiciones óptimas, según los expertos, para un proceso de envejecimiento que puede oscilar entre los tres meses y un año.

La uniformidad del medio marino, con la luz, humedad, temperatura, presión y gravedad adecuadas, produce una evolución del producto más rápida que en tierra. “Cuanto más fuerte sea un vino, más tiempo debe estar en el fondo, porque lo necesita para mejorar. Si en tierra pueden ser seis meses, abajo son solo tres. En este primer año largo hemos comprobado que la evolución en el mar es más rápida; los tintos se suavizan y los blancos van a mayor velocidad”, explica Trinidad Fumero, responsable de calidad y trabajadora del Consejo Regulador de la Denominación de Origen de Abona.

El método de funcionamiento es sencillo. Cualquier bodega de Canarias puede alquilar un espacio en la estructura sumergida abonando una cuota mensual. Sus responsables se encargan del traslado de los vinos hasta la costa, de su inmersión y del retorno a tierra transcurrido el tiempo estipulado. Una grúa deposita el cesto con la carga en el mar y con unos globos llenos de aire se lleva a unos 200 metros de la orilla, hasta el lugar de destino. A partir de ahí se van deshinchando los globos y empieza el descenso hasta la instalación.

Roberto González Gil, gerente y artífice del proyecto, señala que las condiciones marítimas para subir y bajar la mercancía han de ser buenas para minimizar los riesgos. Como ejemplo contó que el pasado martes hubo que esperar a la noche para sacar 500 botellas que llevaban cuatro meses sumergidas. “El estado del mar mejora de noche y así tampoco molestamos a los bañistas, que en verano son muchos en el muelle”, indica.

“La bodega es la primera sumergida en Canarias y la única en Europa que trabaja exclusivamente con vinos que cuentan con denominación de origen”, explica el responsable, que afirma que el tiempo medio de estancia de los caldos en el fondo suele ser de seis meses, aunque en algunos casos superan el año.
El número de bodegas que recurren a este innovador método sigue creciendo. Una importante partida de vinos de Lanzarote ya está en la Isla a la espera de que aminoren los vientos alisios y permitan realizar la operación.

Próximamente también llegará un cargamento de La Palma con la cosecha nueva y en breve se cerrará un acuerdo con una empresa de Gran Canaria. “Actualmente tenemos 3.500 botellas, aunque con estas previsiones en las próximas semanas podríamos completar por primera vez la capacidad máxima de 5.000”, afirma el gerente.

Una idea pionera en el Archipiélago que surgió de casualidad

La idea de unir enología y submarinismo y convertirlo en negocio nació de casualidad. “Estaba escuchando la radio y me pareció oír algo de vino submarino. Me puse a investigar y comprobé que en Canarias no existía una instalación de esas características”, recuerda Roberto González, que no puede olvidar cómo al principio, cuando presentaba su proyecto en las bodegas en busca de clientes, “me miraban un poco raro”.

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