Ciudadanos ha sido la principal fuerza política perdedora en la elecciones del pasado domingo, al no conseguir representación parlamentaria ni en Galicia ni en el País Vasco; es decir, se cumplieron sus peores expectativas según las encuestas. En la Comunidad Gallega obtuvo 47.538 votos, frente a los 133.938 conseguidos en las elecciones generales del pasado junio; y en Euskadi pasó de 40.326 votos a 21.362. Por consiguiente, de las elecciones generales a las gallegas y vascas ha perdido unos 86.400 electores en Galicia y 18.964 en el País Vasco, más de cien mil entre las dos. En esta segunda Comunidad, ni siquiera pudo alcanzar lo obtenido por UPyD en las autonómicas de 2012, 21.539. Es cierto que un segmento significativo de los electores cambia la orientación de su voto en las elecciones autonómicas respecto a las generales, conformando mapas electorales diferentes. En Canarias sabemos mucho de eso. Pero si correlacionamos los votos de Ciudadanos con la fortaleza electoral del Partido Popular, concluimos que los éxitos de los primeros están ligados a la imagen de corrupción de los segundos. Cuando los populares tienen una buena imagen y una sólida implantación, como en Galicia, o son minoritarios, pero representan a un sector social y político muy definido, como en Euskadi, Ciudadanos se convierte en residual. En otras palabras, sus votos proceden mayoritariamente del elector popular descontento y no constituyen un suelo fiable.
El varapalo a los socialistas también fue un fracaso anunciado. Perdieron unos cincuenta mil votos y 4 escaños en Galicia y unos ochenta mil votos y 7 escaños en el País Vasco. En total, unos ciento treinta mil votos. Estos resultados, en unas Comunidades que han llegado a presidir, han incentivados las voces críticas en el interior del partido, voces a las que el secretario general reta a presentarse a las primarias que se dispone a convocar. A pesar del fracaso, sus resultados vascos le permiten renovar su tradicional alianza con el PNV, lo que debilita la hipótesis de una confluencia de populares y nacionalistas vascos que desbloquee la investidura de Rajoy. Además, el procedimiento de la investidura en el Parlamento vasco excluye el voto negativo y asegura la elección de Urkullu en segunda vuelta en solitario, sin necesidad del apoyo popular. Mientras tanto, los ciudadanos, ahítos de elecciones, miran con creciente temor el cada vez más cercano diciembre.