Placentero

Por Andrés Brito (www.andresbrito.com)

“Placentero” viene de placenta: ese lugar idílico, el dulce seno materno, en el que todo nuestro mundo es perfecto. Temperatura idónea, sensación de ingravidez, necesidades satisfechas, arrullo permanente… En lo más profundo, en lo más atávico, deseamos volver allí. Buscamos experiencias “placenteras” en el más etimológico sentido de la palabra. A veces desesperadamente. Esto lo saben muy bien los publicistas al conectar el producto con nuestros deseos: no me venden el sillón, sino el descanso.

Hoy quiero que reflexiones sobre qué te causa placer, cómo lo consigues, qué sucede cuando no lo encuentras. He llegado a la conclusión de que los mayores placeres de esta vida son gratis: bañarse en el mar, reír con los amigos, respirar, hacer el amor… Son gratis, pero no son baratos, porque requieren dar también algo de nosotros mismos, salir de nuestra propia “placenta” para encontrar la “placenta” del otro y construir juntos una zona de expansión.

De hecho, no hay sesión de coaching en la que no pueda vincular lo que necesita el cliente que la solicita con algún placer que, por el motivo que sea, está ausente de su vida. Parte del éxito del proceso de coaching consiste en eso: en restaurar ese placer, en satisfacer esa necesidad que está pendiente, en vivir más profundamente un valor que está en entredicho o que es posible intensificar en medio del ajetreo de nuestra vida.

¿Qué necesitas y todavía no tienes? ¿Para qué quieres eso? ¿Cómo mides en qué grado te falta? ¿Qué estás dispuesto a hacer o a dejar de hacer para conseguirlo? ¿Cuán ecológico (es decir, armónico con tu entorno interpersonal) es eso que buscas? ¿Qué opciones tienes? ¿Con qué recursos propios cuentas? ¿Cómo vas a conseguirlo?

Puedes perseguirlo tú solo, pero con un coach acaso emplees menos tiempo en alcanzarlo.