El PSOE se exhuma antes de caer en la tumba

El PSOE pasa por el trágala de la abstención a Rajoy, a sabiendas de que concurrir a nuevas elecciones sería su tumba

El PSOE pasa por el trágala de la abstención a Rajoy, a sabiendas de que concurrir a nuevas elecciones sería su tumba. Los del no es no vendrían a ser falsos suicidas, que se amotinan en el maximalismo imposible de la coherencia ortodoxa numantina (cinco millones de simpatizantes habrían dado su conformidad a ese axioma cuando votaron a Sánchez el 26J), frotándose las manos: ellos quedan bien para la galería y Susana/Fernández & Cia cargan con el baldón de dar luz verde al PP. La política es tacticismo encubierto. El PSOE no está roto, ni es previsible la baja de nadie por estos desgarros de familias con dos maneras diferentes de ganarse el jornal. El PSOE, si se fractura, es por riñas personales no ideológicas. Si Sánchez, Luena, Susana (Sumelzo, la aragonesa), Patxi López, Odón Elorza y algunos díscolos más terminaran en algo -altamente improbable- parecido a una escisión, sería porque no se soportan la mirada, por las inquinas palaciegas de todo partido con cierta edad -cuanto más con cierta longevidad, como es el caso de un coturno centenario que ha pisado las moquetas del poder-. Lo importante de la abstención a Rajoy acordada estragadamente ayer por el comité federal de la refundación socialista a cargo de Susana Díaz es el contrato privado entre el PSOE y el PP para que Ferraz diera el paso tras repensárselo durante casi un año. Ese pacto tácito -y, con toda seguridad, explícitado en un papel- contiene las reglas de juego de la legislatura que empezará esta semana a rodar, tras la investidura de Rajoy. Al final, al candidato le sobran votos, con la masiva abstención socialista, incluida la quincena de diputados rebeldes de los Iceta (siete) y los sanchistas, que pagarán los 600 euros de multa al partido y afrontarán el expediente de expulsión, si la sangre llega al río. Tras el acuerdo con Ciudadanos y Coalición Canaria, cuando Rajoy tenía los votos contados, ahora puede columbrar una cómoda investidura, teniendo expedito el camino para la segunda votación. El PSOE se sabe fuerte en el sur y débil en el norte. Y están en discusión apoyos futuros en leyes incontestables, entre las que aún quedan en el aire los presupuestos. ¿Se trata de dos cosas o de una? ¿De investidura y estabilidad o de solo lo primero? ¿Y lo segundo? A lo segundo lo llaman día a día. Sabremos pronto si el PSOE ha decidido tirar la piedra y esconder la mano, o, en contra de las palabras, los hechos nos dirán lo que las palabras callan. El PP no se rinde, a lo que se ve, para intentar una seudo gran coalición con las tres apostillas que le harían feliz: Presupuestos, Bruselas y Cataluña. Ciudadanos le brinda su apoyo a las tres, sin renunciar por ello a ejercer de oposición, en un período legislativo en que se dará más de una paradoja: la oposición votará leyes como si fuera el Gobierno y este las verá pasar volando como si fuera la oposición. El PSOE sabe que en la barricada Podemos se mueve mejor, y sabe que acaba de iniciar un camino posiblemente sin retorno de corresponsabilidad con el PP. El gesto. El PSOE ha realizado un gesto histórico, que sienta un precedente. Desde ayer, populares y socialistas están condenados a entenderse. Hoy es Cataluña, mañana es Podemos. Miembros del bloque constitucional, sellan un pacto de sangre. PP y PSOE son los herederos de la Transición. Las costuras del Estado los unen. El PSOE es un partido descosido a los pies de los carballos de las urnas, que estaba a un palmo de pisar la cáscara de plátano del no. ¿Puede querer ser secretario general alguien que vote contra el comité federal de su partido? En esos charcos chapotea Sánchez en su cuenta de Twitter, cuando el bloqueo llega a su fin, por fin.

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