Una vida entre plataneras

Víctor Pérez Barrios lleva desde 1957 ocupándose de su finca, en Guía de Isora, y a sus 78 años recuerda sus comienzos y el milagro que supuso transformar, sin medios y sin agua, una tierra improductiva en fértil
Víctor Pérez Barrios en su finca de Guía de Isora, en la que trabaja desde hace 59 años. / ESTHER PÉREZ LEÓN
Víctor Pérez Barrios en su finca de Guía de Isora, en la que trabaja desde hace 59 años. / ESTHER PÉREZ LEÓN

“Las plantas piensan”. Víctor Pérez Barrios lo tiene claro después de pasar toda su vida entre tomates y plátanos en su finca de Pedro Afonso, en la costa de Guía de Isora. Y pone como ejemplo las enredaderas que trepan por una de las mallas que divide dos plantaciones en su terreno. “¿Tú ves cómo piensan?”, dice, convencido, este agricultor isorano que acaba de cumplir 78 años y que lleva casi seis decenios cultivando la tierra árida y escabrosa del Sur, primero con tomates, desde 1957, y a partir de 1970 con el principal producto de exportación de las Islas: el plátano.

Hoy recuerda las condiciones extremas que tuvo que afrontar junto a su padre, a su regreso de Venezuela, cuando empezaron a trabajar la tierra. “Antes sólo había una pista sin asfaltar que comunicaba Playa San Juan con Alcalá. Además, esta era una tierra improductiva, volcánica, no teníamos ni agua. Tuvimos que traer tierra del norte de la Isla, hacer una atarjea (una acequia construida con bloques de cemento), edificar un tanque y labrar surcos con camellos y mulas –entonces no había tractores- que tuvieran una caída para que el agua circulara”. Aquellas condiciones nada tienen que ver con las actuales, en las que el riego por goteo y los ordenadores programados por horas se encargan de realizar esa tarea.

Víctor cultiva plátanos exclusivamente desde 2003. “Las cosas se pusieron feas con el tomate y dejó de ser rentable, entonces nos fuimos de la cooperativa de Guía de Isora, en Tejina”, comenta. El precio de venta no compensaba el esfuerzo que exigía este cultivo, ni tampoco las consecuencias de plagas devastadoras como la cuchara, la muerte súbita, la tuta o el botrytis. El plátano, en cambio, requiere un nivel de exigencia algo menor. “Por ejemplo, puedes irlos cortando poco a poco durante varios días o semanas, en cambio los tomates hay que recogerlos en 24 horas”, apunta como una de las ventajas.

Precisamente, en breves fechas comenzará el período de recogida que se prolongará hasta mediados de diciembre, “porque en verano no se puede competir con las frutas de temporada como la sandía o el melón”. Confiesa que hace nueve meses que los plátanos no dan nada aunque admite que nunca ha perdido. En el capítulo de reivindicaciones tampoco falta una queja sobre el agua: “Es cara y de mala calidad”, una cuestión que no es baladí teniendo en cuenta que cada platanera consume diariamente una media de 20 litros. Con ese volumen de riego y el buen clima del Sur obtiene piñas de entre 30 y 40 kilos de peso de media.

Después de 59 años metido en faena, este productor amante de su trabajo parece tener claro que el campo no representa hoy por hoy una opción de futuro para las nuevas generaciones. “La gente no quiere meterse en la agricultura; esto es muy sacrificado. Yo mismo aconsejaría a mis nietos que no lo hicieran”, afirma, mientras muestra el cuaderno de explotación en el que está obligado a anotar todos los productos autorizados que emplea en sus cultivos para evitar plagas, con sus fechas correspondientes, y así pasar las revisiones preceptivas periódicas de los técnicos de la cooperativa. Cuestionado por el porvenir de la fruta canaria más exportada, no duda en devolver la pregunta: “¿Y quién sabe el futuro que tiene cada uno aquí?”. Eso sí, considera un error que el turismo, ese monocultivo que ocupa latifundios en la costa, sea la gran apuesta económica, y casi única, de las Islas. “Están poniendo toda la brasa en el asador y cuidado, que eso no es bueno”, advierte.

A pesar de presumir del clima de Guía de Isora, “el mejor de la Isla”, ocuparse tanto tiempo de la finca da para tener que vérselas con la peor cara de la naturaleza. Su memoria no olvida los “vientos del príncipe”, un temporal que aplastó en 1973 las cosechas y llegó a derribar los muros que las protegían. “Aquello fue horrible, no quedó una plantación en pie; han pasado 43 años pero lo recuerdo como si fuera hoy”, señala.

Lejos de temporales devastadores, en el horizonte despunta un proyecto destinado a transformar y revitalizar toda esta zona del suroeste insular que parece no despertar su entusiasmo: La construcción del puerto de Fonsalía, llamado a convertirse en la infraestructura base para las comunicaciones marítimas con las islas occidentales. “Mis ojos no lo verán, son muchos años oyendo hablar de lo mismo”, afirma Víctor, mientras se abre paso entre las badanas de sus plataneras y ajusta con mimo cada estacón que las sujeta.

Víctor Pérez, junto a la desaladora construida en su finca. ESTHER PÉREZ
Víctor Pérez, junto a la desaladora construida en su finca. ESTHER PÉREZ

La desaladora, el peor ‘temporal’ que sufrió la finca

La finca de Víctor Pérez Barrios está ubicada junto al mar, en la costa del municipio de Guía de Isora, y con vistas impresionantes a La Gomera, una isla que parece poder tocarse con las manos los días más claros. Tiene una extensión de 22.000 metros cuadrados, pero hasta hace seis años alcanzaba los 35.000.

En 2006 recibió una mala noticia: le iban a expropiar un tercio del terreno para construir la desaladora de Fonsalía, una de las dos plantas previstas en el Sur (la otra está en Granadilla de Abona) que se encargará de abastecer a los núcleos costeros de la comarca. Precisamente, está previsto que antes de final de año el Gobierno de Canarias entregue la nueva infraestructura al Cabildo para que pueda empezar a funcionar en período de pruebas durante seis meses.

Víctor perdió entonces de la noche a la mañana 13.000 metros cuadrados de su propiedad. Han pasado 10 años de aquello y ahora, donde sólo existía un paisaje uniforme de plataneras, se levanta un edificio blanco de dos plantas que podría confundirse con un instituto de enseñanza secundaria si no fuera por la media docena de tanques instalados en uno de sus laterales. Las más de 6.000 plataneras de entonces son hoy 3.500. Aquel fue su peor temporal, el que arrancó de cuajo 2.500 plantas.

TE PUEDE INTERESAR