Antesala del zarpazo

Si la intención es hacer más llevadera la espera resulta razonable que cenen catorce o treinta veces, hacerlo discretamente o contarlo por las esquinas para que los socialistas se encojan. Si va de matar el rato para que no se haga tan pesada esta larga espera es anímica, intestinal, política, fisiológica y orgánicamente comprensible que Fernando Clavijo y Asier Antona se entretengan susurrando que lo tienen cerrado, ya sabes, está hecho, solo falta que los socialistas tiren la toalla y se manden a mudar de una puñetera vez, lo tengo atado allá, fíjate tú. Ahora bien, si de lo que se trata es de formalizar la ruptura del Gobierno cabe recordar que lo que ambos hagan o dejen de hacer es anécdota en estado puro. Otros son los que están en la decisión. Otros los verdaderos protagonistas. Otros los que van a decidir qué pasará en Canarias. Otros que no están en las Islas son los que sí tienen algo que hacer, decir o anunciar. Clavijo quiere echar a los socialistas pero no puede. Los socialistas quieren irse pero no se atreven. Antona quiere entrar pero no lo dejan. Los autóctonos son meros actores de reparto. Figurantes. Extras. La nueces están lejos. Si lo que se pretende es entretener al personal, si es eso, y así es, hagamos como que los de aquí importan. No es el caso. Esto es simple. Absolutamente todo se juega fuera de las Islas. Clavijo está en manos del entendimiento PP-PSOE: dedo hacia arriba o hacia abajo. En la pista central únicamente están los equipos negociadores de Rajoy y Susana Díaz. La pelota no está en ningún tejado de acá. Otros son los que van a decidir si dan o no un zarpazo (mortal) a la centralidad de CC. Con todo, es comprensible que Clavijo y Antona maten el rato echándose unas cañas, filtrando cenas, anunciando pactos o haciendo como que la decisión depende de ellos.