Si la gitana no está

Algo está fallando. Alguna cosa no va bien. Circunstancias mal gestionadas, estados de desánimo o decisiones erróneas han propiciado que haya pasado lo que pasó sin reparar en que tristemente estaba ocurriendo

Algo está fallando. Alguna cosa no va bien. Circunstancias mal gestionadas, estados de desánimo o decisiones erróneas han propiciado que haya pasado lo que pasó sin reparar en que tristemente estaba ocurriendo. Y lo que ha pasado es que, dando igual destinatario, hora o texto, al terminar de escribir un mensaje de whatsapp buscó a la gitana entre los emoticonos frecuentes y no la encontró. Tal cual. Dramático. Así fue. Ni quita ni pone. Solo describe.

La gitana no estaba. Allí no. Donde se capturan los utilizados habitualmente encontró dedos arriba o abajo, al extraterrestre, un perro, paraguas, nubes, lluvia, al que corre y una pelota de fútbol. Allí estaban los de siempre, los que usa a diario como las caras con gafas de sol, ojos desconcertados o sonrientes y también la de la carcajada. Estaban todos menos la gitana. Penalizada por el desuso, la aplicación había mudado a la gitana al fondo a la derecha, abandonada, prejubilada, perdida junto a iconos residuales como el de un tipo remando, un ciclista o una caña de pescar. Que la gitana no esté entre los frecuentes no es asunto menor. Qué va. Si no está es porque hace semanas que no la necesitas, y si no la necesitas es que llevas demasiado tiempo sin echarte unas risas con sus copas a juego. Malo. Preocupante. Si el día a día no tiene gitana es que algo está fallando, alguna cosa no va bien. Una vida sin gitana del whatsapp es una opción respetable, pero en modo alguno saludable. La gitana es un termómetro que marca con precisión la frecuencia con la que quedas con los amigos. Si el día a día se reduce a caras con ojos desconcertados es que algo estás haciendo mal. Si la gitana no está es que tú tampoco. Si tardas en encontrarla eres tú quien está perdido. Esto lo arreglo yo en navidades, pensó.

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