“Vivos por 5 minutos”

Nelly Hernández aparcó su coche y entró a su casa cinco minutos antes de que se produjera el derrumbe en el talud de Tosca Barrios

“Podría contar mi vida uniendo casualidades”, le dijo Ana a Otto, los personajes creados por Julio Medem en Los amantes del círculo polar, una maravillosa película que habla de las casualidades de la vida. Y aunque no quiere pensar demasiado en las cosas que ocurren sin explicación, para Nelly Hernández, resulta desde el jueves inevitable. Esta vecina de Santa Úrsula vive en la Carretera General (TF-217), justo enfrente del lugar donde hace dos noches se produjo el derrumbe de un talud que dejó como saldo dos coches sepultados bajo enormes piedras. Uno de ellos es el suyo.

“Tengo la suerte de estar viva”, afirmó a este periódico, recalcando que había aparcado junto a sus dos hijos cinco minutos antes del suceso y quizás eso es lo que todavía la conmociona.

Ese mismo día había ido a comprar los regalos de Reyes, que guardó en su vehículo para que los pequeños no descubrieran la sorpresa hasta la llegada de sus majestades. Ayer, sobre las 11.00 horas, cuando se rescató entre las toneladas de rocas, comprobó su estado y que todas las ilusiones habían quedado aplastadas y reducidas a pequeños restos.

Esta mujer que no quiere salir en las fotos porque según ella “no la favorecen” es, bromas aparte, la hija de Manuel Hernández, uno de los vecinos de la calle Pelinor, en el barrio portuense de Punta Brava, junto a quien estuvo desde el primer momento en que la familia se enteró de que tenía que desalojar su casa por riesgo de derrumbe al encontrarse dos nuevas cuevas. “Estuve haciendo la mudanza de mi padre en tiempo récord para cumplir con el plazo dado por el Ayuntamiento y ahora se me caen a mí los riscos. Una casualidad de la vida”, comentó. Una frase que no puede evitar repetir. Por si fuera poco, hace exactamente dos años tuvo un accidente doméstico que se saldó con el brazo izquierdo fracturado y una recuperación de varios meses al haberse destrozado el húmero, el radio y tener el cúbito retorcido. Pensó que iba a pasar las Navidades en el hospital, pero tras una complicada operación, en la que le colocaron una placa fija bajo el hombro y hasta el codo, pudo salir y disfrutarlas con su familia.

Casualidades o no, en el momento del derrumbe un coche de la Guardia Civil pasaba justo por la carretera. “Yo estaba llamando al 1-1-2 y ellos estaban aquí”, contó. Los bomberos lo hicieron apenas unos minutos después.

Eso permitió actuar con total celeridad. Minutos más tarde llegaron al lugar todas las fuerzas de seguridad y efectivos de los equipos de emergencia. También el alcalde del municipio, Juan Acosta, varios concejales de la Corporación y la directora insular de Carreteras, Ofelia Manjón, junto a un grupo de técnicos.

Tras descartar que hubiera víctimas, a la una de la mañana del viernes la TF-217 estaba despejada y abierta al tráfico, aunque con la señalización correspondiente que, hasta que se actúe en la zona, impide el paso hasta la Tosca Barrios, en cuya entrada se produjo el derrumbe.

Ayer los vecinos de este núcleo y algunos de la Carretera General se esforzaban por recuperar la normalidad, aunque todavía les dura el miedo en el cuerpo. El estruendo que escucharon el jueves sobre las nueve de la noche y la imagen de una gran nube negra al abrir la puerta será difícil de borrar. Al menos por un tiempo.

“Parecía que se estaba abriendo la tierra, como un terremoto, porque la casa tembló toda y salimos corriendo a ver qué pasaba”, describió Jesús Manuel Barroso. La noche fue eterna y apenas si pudieron conciliar el sueño intentando asimilar lo ocurrido.

Exquisito trato

Si algo rescata Nelly Hernández es que el trato recibido ha sido “exquisito”. En el caso de los técnicos del Cabildo, volcaron su coche para quitarle toda la tierra, abrieron la guantera y sacaron todos los papeles, algunos objetos que tenía en el maletero y una chaqueta nueva que le regaló su esposo días antes. “Les dije que no siguieran porque se podrían cortar las manos”, indicó. Al ver trabajar a las palas y con la delicadeza que lo hacían los operarios subiendo y bajando los vehículos, inmediatamente se le vino a la cabeza el derrumbe ocurrido en abril en Los Cristianos, “donde lo que había que buscar eran personas”.

Afortunadamente, en el caso de Santa Úrsula no hubo que lamentar ninguna desgracia, subrayó el alcalde. Sobre todo, teniendo en cuenta que se trata de una vía muy transitada, que en ese lugar exacto se detiene la guagua escolar y que es un punto de encuentro para muchos vecinos. Por eso, el jueves por la noche muchos insistían en que era un verdadero milagro lo sucedido y a la hora en que se había producido.

Tras descansar un poco, las cosas se ven de otra manera, coincidieron los vecinos. La pregunta que se hacen es: “¿Y ahora qué?”. Porque es cierto que es necesario actuar en el lugar, donde se pueden ver grietas en el risco, subrayaron. Y recuerdan que hace tres años la naturaleza ya dio un pequeño aviso al desprenderse unas piedras. “Pero hicieron un muro para que la tierra no se cayera a la carretera y eso fue todo”, manifestaron.

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