Ana María Matute: “Yo soy una isla que pertenezco a un archipiélago”

Ana María Matute, con 81 años, en 2007, en esta entrevista inédita en papel, no daba puntada sin hilo. A su muerte, en 2014, todos la pusieron por las nubes, pero ella me había prevenido contra elogios y aduladores. Y tenía buen concepto de Canarias. También eso lo recogí.
La escritora Ana Maria Matute fotografiada en 2001
La escritora Ana Maria Matute fotografiada en 2001
La escritora Ana Maria Matute fotografiada en 2001

La autora que tenía delante era una mujer que venía de vivir. Pero no estaba resignada. Era simpática y ceñuda por momentos. Me cayó bien. Tocaba los temas sin prejuicios. Hablaba de niños malos y ancianos atravesados, y de su infancia de tartamuda zaherida cuando no existía el bullying ni se llamaba siquiera acoso escolar. Ana María Matute, con 81 años, en 2007, en esta entrevista inédita en papel, no daba puntada sin hilo. A su muerte, en 2014, todos la pusieron por las nubes, pero ella me había prevenido contra elogios y aduladores. Y tenía buen concepto de Canarias. También eso lo recogí.

-¿A su juicio, los duendes son amigos de los niños?

“Pues sí, para mí era muy natural verlos de niña. Hay un cuento que escribí a los cinco años que dice: “Entonces, el niño llamó al duende”. No dice: “Me han dicho que hay duendes, o voy a ver si encuentro un duende”, no, llama al duende, porque es algo normal en su vida”.

-Usted ha sido candidata en las quinielas del Nobel. ¿Eso le quita el sueño?

“No me quita en absoluto el sueño, porque a mí me lo querían dar los hispanistas que ya se han muerto. A mí se me muere todo el mundo, eso es lo que tiene vivir 81 años, que te van dejando todos los amigos, muertos por el camino. Terrible lo que acabo de decir, pero es verdad, esta gente se ha muerto ya. Ahora lo que se hace es que una corporación presenta a fulanito para el premio Nobel. Pero eso no significa nada, lo que importa es que ellos, los académicos, de la Academia sueca, sean los que te proponen, y en esto yo soy de las privilegiadas. Mi candidatura viene de Suecia, no viene de aquí, porque a mí, aquí, en mi vida ninguna corporación me va a proponer al Nobel. Vamos, hombre, con los ramilletes gordos que hay que presentar, a la Matute, no por favor. Yo me quedo en blanco para el Nobel”.

-El hecho de que se acuerden de su obra en Suecia es sintomático, y de su comentario deduzco que no sucede lo mismo en España. (Sin mencionarlo, ambos pensábamos en el Cervantes, que tardaría más de tres años en tocar a su puerta).

“Mira, no me preocupa; sinceramente, no me preocupa. Si me lo quieren dar o no me lo quieren dar, algún premio, me lo darán o no me lo darán. Lo que sí te puedo decir es que nunca en mi vida, jamás, ni antes ni ahora, ni en el futuro pienso hacerlo, he movido un hilo, ni un dedo para que me den nada; todo lo que me han dado me ha venido de fuera. Los de la Academia española de la lengua vinieron ellos a decirme si yo quería ser de la académica; nunca, jamás lo pretendí”.

-¿Se encontraba rara al principio en una Academia de hombres?

“No, han sido todos muy simpáticos, muy agradables”.

-Creo que usted en ese momento (1998) era la tercera mujer en 300 años que pisaba la Academia…

“Sí, pero ahora ya eso ha cambiado, ahora hay tres más”.

-Cuando sacó Olvidado rey Gudú dicen que lloró porque suponía desprenderse de una historia muy personal.

“Tanto como llorar, no, pero sentí entregarlo. El libro ya no es tuyo, ya es de todos y del que quiera destrozártelo, también; eso tiene sus perendengues, eh”.

-Permítame, es una obra genial, que no tiene nada que ver con la tradición de literatura fantástica.

“Es que yo creo que no es un libro fantástico, es un libro mágico, que no es lo mismo”.

-Usted leía el manuscrito a sus sobrinas, que eran su jurado.

“Sí, yo se los contaba a trozos, no todo, porque, aunque es un libro para niños, precisamente no es muy ejemplar; y ellas estaban entusiasmadas”.

-¿Y la han leído después de publicada?

“¡Huy!, ya lo creo que la han leído, y dicen: “Oye, pero, tía, este no era el cuento que tu nos contabas, eh” (risas).

-¿De dónde le vienen sus historias?

“No sé”.

-¿Quien se las cuenta?

“Yo a mí misma. La vida, mi imaginación, las lecturas de niña, las lecturas de mayor, las experiencias de mis viajes, mis conocimientos de personas, no sé, todo eso que te va dejando un pozo dentro que es lo que te hace después ser escritor, pero el porqué, el cómo, eso es un misterio, eso no se sabe nunca”.

-¿Es verdad que escribe por venganza a los mayores, como dijo una vez?

“¡Ah!, eso son tonterías, yo he dicho muchas tonterías en mi vida, eh. ¡Ay, Dios mío!, me tendría que haber puesto un bozal. He dicho cada bobada…”

-Pero tendría gracia gracia eso de escribir por venganza.

“Yo lo decía también en broma, por vengarme de las personas mayores. No tengo muy buena opinión de las personas mayores todavía, y mira que yo ya pertenezco a ellas; pues tampoco tengo buena opinión de mí”.

-¿Le han defraudado?

“En muchos casos, sí. Te hablaba antes de la gente buena que conocí, pero también he conocido muchos monstruos y otros que no son exactamente monstruos, porque ni siquiera llegan a monstruos. Unos están cercanos y otro no, depende, hay de todo en este mundo”.

ANA MARÍA MATUTE

-Quiero hablar con usted de los cuentos de hadas, que es el mundo propiamente suyo.

“Los he vivido en mi imaginación”.

-¿Felipe y Leticia (hoy reyes) son un cuento de hadas de verdad?

“No sé, eso, habrá que preguntárselo a ellos”.

-Vivió en Mallorca.

“Estuve poco tiempo”.

-¿El escritor tiene su propia isla?

“Es que yo soy una isla”.

-¿Y en su isla cómo vive?

“Muy bien, fenomenal, yo soy una isla que pertenezco a un archipiélago. De cuando en cuando, me comunico con otras islas, con los pájaros, con el polen…, pero soy yo en mi isla”.

-A Canarias la conoce de varios viajes.

“Sí, he estado aquí varias veces”.

-¿Qué opinión le merecen estas islas?

“He estado últimamente en África, en Mozambique. La naturaleza aquella es fabulosa. Y esto es muy parecido, esos árboles que no se ven en la Península, que tienen esas copas tan tupidas, me gustan. Yo soy muy amante de la naturaleza. La naturaleza me apasiona. Además, me ocurre una cosa muy curiosa, y es que yo cuando estoy en plena naturaleza no soy una espectadora, me convierto en parte de ella, me vuelvo naturaleza. Los bosques me entusiasman, el mar también. Por eso Canarias lo tiene todo para mí, tiene la naturaleza”.

“Ya me gustaría venir a vivir a Canarias, no se crea. Aquí tengo amigos, sí, sí”

-Ya sabe, véngase a vivir.

“Ya me gustaría, no se crea, que ya me gustaría, ya me gustaría”.

-Aquí tiene amigos, seguro.

“Sí, sí, sí”.

-¿Una indiscreción: sus arrugas son de sufrir o de reír?

“De las dos cosas, porque yo me he reído mucho de la vida, yo creo que reírse es muy sano, alarga la vida”.

-Sin duda…

“No parece muy convencido”.

-No crea, de lo de la risa si estoy convencido, pero me quedé pensando en lo que dijo una vez haciendo inventario de su vida: “Es que me han pasado cosas muy malas”. No todo ha sido alegre…

“Muy malas, horribles. Tuve un matrimonio tremendo, me quitaron a mi niño cuando era pequeño, porque entonces, en aquella época, se lo daban al padre cuando tu iniciabas una separación, ya con esto he dicho bastante, ¿no?”

-Debió de ser un drama.

“Y otras muchas cosas; luego también he tenido que pasar la guerra, y tampoco fue una cosa agradable, y una posguerra, viendo todo lo que yo vi. Te he hablado de la guerra, pero no de la posguerra, el mundo asfixiante de la posguerra, una escritora joven que empezaba, que tenía ilusión, que no podía ni salir de España, que no podía ni ir a la frontera, como quien dice, sin salvoconducto, no podías leer, la censura te prohibía la mayor parte de los libros, teníamos que ir a una librería que tenía unos sótanos, y nos traían los libros de contrabando. Y allí nosotros dejando nuestros sueldecitos de adolescentes. Claro, esto no es lo peor que nos ha ocurrido ni mucho menos, pero no alegra la vida este tipo de cosas”.

“Me he reído mucho en la vida. pero también me han pasado cosas horribles. me quitaron a mi niño al separarme…”

-Sin embargo, repito sus palabras, también son arrugas de haberse reído mucho.

“Me he reído mucho; ya luego, enseguida, tuve un aprecio muy grande; en el mundo editorial me empezaron a publicar muy joven. Bueno, mi carrera literaria ha sido en general muy satisfactoria”.

-Aún sin el Cervantes ni el Príncipe de Asturias, ni el Nobel, siendo considerada una clásica en vida.

“Me da vergüenza decirlo. Lo último que quisiera es parecer petulante; vamos, que no lo soy, una mujer más bien honesta, que gusta pasar desapercibida y no me afana ponerme medallas”.

Vivía en un mundo fantástico dentro de un mundo real.

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