Impresoras

Es cierto lo que me dijo el señor en el centro técnico de Apple: “Al mundo hoy no lo reconoce ni Cristo”

Es cierto lo que me dijo el señor en el centro técnico de Apple: “Al mundo hoy no lo reconoce ni Cristo”. La cosa venía a cuento porque en ese lugar de la calle Robayna hacen impresiones en 3D sobre plástico y los resultados son espectaculares. Por eso comenté que en EE.UU. la policía se está volviendo loca al respecto. Hay individuos que, con esos rudimentos, reproducen armas con una fidelidad impresionante. “Y tanto”, terció la señora de al lado: “Son capaces de efectuar cinco disparos sin romperse”. Es decir, la era digital ha vuelto del revés al globo. Lo que nos acompañó durante mucho tiempo, los pick-ups, los casetes o la fotografía de celuloide, ya son objetos de remembranza como los neandertales; la capacidad de transformación de lo tangible agota las palabras. Así es que puede ocurrir que aquel ingenioso spot de coches, en el que el chico indio a base de dar golpes en el suyo con un martillo reproducía el automóvil deseado, aquí se cumpla y un día aparques un Lamborghini en tu puerta aunque diez kilómetros más adelante se destartale. Por ese rumbo condujimos la conversación, entre el asombro y la perplejidad. Nuevos datos se daban cita; el que había leído días atrás en el periódico y que decía que, con esas impresoras rutilantes, un grupo de científicos había reproducido piel humana, tanta que en un día podían conseguir fabricar hasta dos metros de ella. Como la dicha piel sale de los registros genéticos de la persona en cuestión, miel sobre hojuelas. En pocas fechas los hospitales podrán generar material de ese tipo a fin de atender los trasplantes correspondientes sin rechazo. El orbe se abre a perspectivas asombrosas. Por ejemplo, la otra razón de ser del dicho invento: no a mucho aguardar será posible fabricar órganos adecuados; es decir, si a mi me falla el corazón, pueden producir uno exactamente igual, pero perfecto. Caso cerrado. Y hace unos días la empresa Stratasys se unió al McLaren de Fórmula 1 para suministrar componentes en 3D y producir aditivos específicos para el coche.

Los vivos de un poco más adelante viviremos amarrados a esa promisión. Así, pongamos, andará suelto por ahí un caprichoso que con la maquinita opta por reproducirse a sí mismo parte por parte. Como es habilidoso, se aplica en unir las porciones. Y ahí está: dos idénticos. Solución del problema: uno en la piscina y otro en el trabajo, uno con flores a la señora y otro con fichas en el casino… Genial.

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