Orquestas que hacen historia

La Sinfónica de Tenerife y la Filarmónica de Gran Canaria se unieron ayer en la partitura de ‘Gurrelieder’ de Schönberg a propósito de la XXXIII edición del Festival Internacional de Música de Canarias
OST Y OFGC. / Sergio Méndez

Fue ayer, en la partitura de Gurrelieder de Schönberg, escrita entre 1901 y 1911, donde se encontraron las dos grandes  orquestas de Canarias: la Sinfónica de Tenerife y la Filarmónica de Gran Canaria.

Fue en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife Adán Martín -hoy, a las 20.30 horas, en el Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria- donde se unieron, por primera vez en la historia del Archipiélago, más de 300 músicos: los componentes de las dos orquestas, el Coro Filarmónico Eslovaco, el Coro de Ópera de Tenerife, cinco solistas, un narrador y un director de orquesta: Josep Pons. Todos, en el marco de la XXXIII edición del Festival de Música de Canarias.

Fue la batuta del maestro Pons, Premio Nacional de Música de 1999, la que marcó el ritmo, la que indicaba el tiempo, la intensidad, la que enlazaba los sonidos y la armonía entre tantos instrumentos y voces.  Pons es actualmente director musical del Gran Teatre del Liceu de Barcelona y ha dirigido Gurrelieder en varias ocasiones, entre ellas hace pocos años en el centenario de su estreno, con la Joven Orquesta Nacional de España y la Joven Orquesta Nacional de Catalunya. “En esta ocasión, es un reto aún más complejo por la numerosa plantilla”, apostilló en la presentación del concierto.

Fueron más del 75% de entradas vendidas, la sala casi llena, para un concierto histórico, que comenzó puntual, a las 20.30 horas. Previamente, la musicóloga Marina Hervás ofreció una charla introductoria al programa, una de las novedades de esta edición del festival.

Fueron decenas de arcos los que hiceron sonar los instrumentos de cuerda, y la percusión, los vientos, las arpas. Todos, al mismo tiempo,  haciendo tan atronador el sonido que las voces de Nikolai Schukoff (Waldemar), Irene Theorin (Tove), Charlotte Hellekant (Waldtaube), Andrew Foster-Williams (Bauer y narrador) y el tenor canario Gustavo Peña (Klaus) se perdieran por momentos. Ellos cantaron las desdichas de la relación entre  el rey Waldemar, su amante Tove y los celos de la reina Helvig. Como contexto: el castillo de Gurre.  La gigante partitura tiene tres partes: las dos primeras tienen aún el sabor del “romanticismo musical finisecular, de Mahler, pero sobre todo de Wagner”, destaca la musicóloga Hervás. Y una tercera parte, en la que intervinieron los coros desplegando por momentos “la fuerza completa”, calificó la experta. Gurrelieder constituye una obra “de difícil clasificación”, apuntó el crítico Juan José Olives en el texto del programa que acompaña a estos conciertos. Se sitúa a medio camino entre oratorio, cantata, Lied y drama musical, es decir, “una síntesis de sinfonía y drama expuesta formalmente sobre el cauce de una sucesión de Lieder”, concluía el compositor polaco René Leibowitz.

El de ayer fue un concierto para la historia en Tenerife, hoy será el turno de Las Palmas de Gran Canaria. Un acontecimiento cultural sin precedentes, que no solo encontró a las dos grandes orquestas, sino que también enlazó en un mismo escenario a las islas capitalinas, en la misma partitura, bajo una misma batuta.

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