El polvillo del trigo

Hace falta ser bobos para proponer que se cambien los nombres de algunas calles de Santa Cruz, como las dedicadas a los poetas Julio Tovar y Juan Pérez Delgado

Hace falta ser bobos para proponer que se cambien los nombres de algunas calles de Santa Cruz, como las dedicadas a los poetas Julio Tovar y Juan Pérez Delgado, Nijota, ¡por franquistas! Yo creo que la gente que propone esto no pierde el norte, sino las cuatro direcciones. Julio Tovar se merece una calle de su ciudad por la calidad de su poesía y por su bonhomía, pero sobre todo por lo primero. No creo que haya sido franquista convencido, ni que, en vida, haya hecho daño a nadie. Y Nijota no era un franquista, era un cachondo; el mejor poeta popular que ha tenido Canarias. El golpe de Estado lo sorprendió en la plaza de la Candelaria, cuando iba a coger la guagua para La Laguna, donde vivía, en compañía del caricaturista Paco Martínez. Las balas de los guardias de Asalto que defendían la Constitución, al mando del teniente González Campos, y las de los falangistas y soldados golpistas les pasaron por encima, silbando sobre sus cabezas. Lo recojo en uno de mis libros. Ya me dirán lo que tendrán también de franquistas el viejo alcalde Zerolo, don Joaquín Amigó, Alicia Navarro (nuestra primera Miss Europa) y otros, cuyas calles también se quieren cargar. Lo que hace esta gente de la memoria histórica, o como se llame, es revivir un odio ya muerto. ¿Y para qué? Zapatero, Garzón y unos cuantos más se trastornaron con los recuerdos enterrados. Esto se hace, si se hace, en silencio y sin alharacas porque nuestra paz ha salido mucho más cara y más difícil de superar que la propia guerra. Seguramente, Nijota le diría a la presidenta de la Comisión de la Memoria Histórica, lo que le dijo a la campesina lagunera que recogía trigo: “No te escarranches, María/en el filo de la era/porque el polvillo del trigo/se mete por donde quiera”.

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