“El cariño que nos dan estos chicos no se paga con dinero; si alguna vez nos toca algo, se lo podremos pagar”. Las palabras de Rosa, de 67 años, resumen el sentir general de los 52 beneficiarios de un programa, pionero en el Sur, de acompañamiento a personas mayores que viven solas en zonas aisladas de Arico y que ha puesto en marcha el Cabildo, a través del programa Ansina, y Cruz Roja. “Hacemos servicios de traslados y de acompañamiento, desde llevarlos al médico hasta renovar el DNI, pasando por cualquier gestión en el Ayuntamiento o en un banco”, explica Nieves Gómez, trabajadora social de Cruz Roja.
Pero el programa va más allá, al incluir actividades de “ocio terapéutico” orientadas a fomentar las relaciones personales y reencuentros, “que les hagan sentir que vuelven a resurgir”, relata Soraya García, trabajadora social de Ansina. Desde que se puso en marcha el plan, en mayo de 2016, se han realizado salidas a Abades, Candelaria, La Laguna, Arona, La Orotava, Anaga, Candelaria y al Loro Parque, en el Puerto de la Cruz. La última fue a la Gala de Elección de la Reina de la Tercera Edad, en el Recinto Ferial de Santa Cruz. “Nunca habían ido al Carnaval, les llevamos un detallito para que se disfrazaran y se lo pasaron en grande”, recuerda Nieves Gómez.
DIARIO DE AVISOS acompañó esta semana a Cruz Roja y al equipo del programa Ansina, que coordina Ilenia Afonso, en una de sus visitas a los altos de Arico. Allí, en una casa terrera apartada, en La Cabezada, esperaban Higinia (79 años), Rosa (67), Consuelo (70) y Araceli (69), reunidas para la ocasión. Cuatro mujeres de gran coraje que se dejaron buena parte de su vida trabajando de sol a sol como empaquetadoras de tomates y que hoy tienen un nuevo aliciente que les saca de la rutina de “cuidar las plantitas, los animales, limpiar la casa o ver la tele”.
“Antes, para ir al médico, llamábamos un taxi y nos cobraba 16 euros para ir a Arico y 60 para Santa Cruz, y teníamos que ir dos o tres veces al mes”, apunta Rosa, que ahora presume de hasta comer churros con chocolate cuando va a consulta. Higinia, que fue la primera usuaria, con un desplazamiento al médico en Arico Viejo, se muestra encantada: “Esta gente me lleva para todos lados, se portan como si fueran nuestros hijos, el cariño con que nos tratan es muy grande. Nosotros no decimos que no a nada, todo nos parece bien”.
Pero detrás de estas mujeres hay cuatro historias plagadas de penurias y sacrificios. “La vida ha sido muy dura con nosotras, se nos ha hecho larga”, confiesa Rosa. En sus palabras están los recuerdos de cuatro luchadoras que recogían leña en el barranco; que subían la compra en la cabeza desde Arico; que iban a un canal en la montaña para bañarse; que lavaban la ropa en una galería de agua; que sufrían la incomunicación por carretera, que no conocían la luz en sus casas y que, durante lustros, se levantaban a las 4.30 de la madrugada para ir a trabajar a los tomateros, en las zonas más bajas del municipio, caminando durante horas para hacer el trayecto de ida y vuelta.
Consuelo, que bajaba hasta el Porís cada día para trabajar, no olvida su primer sueldo: 16 pesetas al mes. “Aquello era duro, pasamos muchas necesidades; teníamos leche de cabra para hacer un poco de queso, que vendíamos para así poder comprar algo de aceite, azúcar y café”, recuerdan. “Subíamos de Arico el Viejo con un saquito de gofio y por el camino comprábamos una pesetita de mantequilla y un panito, y nos lo comíamos en un descanso”. Higinia, Rosa, Araceli y Consuelo tampoco olvidan que por Reyes “no teníamos ni una muñeca”. Higinia no puede contener la emoción cuando recuerda que su padre se fue a la guerra civil. “Me dejó con dos meses y cuando volvió no lo conocía”, afirma entre lágrimas. “Un ratito de conversación les da vida”, apunta Anais Menéndez, cuidadora del transporte adaptado de Cruz Roja, que forma parte de un equipo que completa Luis Miguel Saborido, conductor sobre el que recae la responsabilidad de transitar por carreteras imposibles, estrechas, al filo de los barrancos, sin protección y con tramos de un gran desnivel. “Para mí es como un nieto más”, dice Rosa, que se refiere a él como “mi niño”. Y es que su niño no le defrauda nunca: la lleva, la trae y le canta hasta folías dedicadas. “Su sonrisa no tiene precio; verlas feliz compensa todo el esfuerzo por llegar”, responde el conductor con aspecto de bonachón. “Nos regalan algún bizcochón, nos invitan a café y se enfadan si lo rechazamos, así que hay días en los que nos tomamos hasta cinco tazas”, apostilla. Soraya García subraya la labor de apoyo social que prestan. “A los usuarios se les abre el cielo con este proyecto, porque llegamos a zonas por las que no pasa ni una guagua. Es un trabajo de campo, puerta por puerta”. Tanto ella como Nieves recuerdan que la iniciativa en sus comienzos costó lo suyo. “Al principio debíamos generar confianza y el Ayuntamiento nos echó una mano para llegar a estas personas”, comenta Soraya. “Inicialmente, el objetivo era que nos conocieran, los primeros días notábamos una cierta desconfianza, así que teníamos que ganárnoslos estando muy encima de ellos. Ahora nos llaman y preguntan”, explica Nieves.
Además de la labor de acompañamiento y las visitas a otros municipios, el proyecto tiene dos patas más: charlas preventivas, donde se les informa desde cómo evitar caídas hasta hábitos de vida saludables; y unos ejercicios de estimulación cognitiva, a través de unos cuadernillos, para trabajar la psicomotricidad y la memoria.
Nieves, Soraya, Anais y Luis Miguel realizan traslados diarios y visitas cada 15 días, pero, además, hacen un seguimiento telefónico. “Agradecen una simple llamada para preguntarles qué van a hacer de comer”. El equipo destaca los resultados que ofrece el proyecto en la mejora de la autoestima de los mayores. “Alguna usuaria se ha comprado ropa y hasta esmalte para las uñas antes de una salida”. Todos guardan algún caso que les ha emocionado, desde la confesión de una señora en silla de ruedas que les dijo que en toda su vida no había salido tanto como ahora, hasta un anciano de 90 años que cuando vio de cerca el mar en Candelaria se quedó asombrado, tanto como el momento que contempló por primera vez la virgen, ante la que exclamó: “¡Qué grande, es enorme!” Pero, por encima de todo, y así lo comprobamos en la elaboración de este reportaje, lo más gratificante es ver reflejado en sus caras llenas de arrugas, en medio del inhóspito paisaje, la gratitud y el cariño que expresan hacia los jóvenes que vienen a visitarles periódicamente en una ambulancia de transporte no urgente. Un vehículo que ya cuenta hasta con la escolta de los perros que van a su encuentro, con evidentes señales de alegría, desde que lo ven aparecer en la distancia, abriéndole paso hasta la vivienda de sus dueños.
UN PROGRAMA PIONERO EN EL SUR, QUE SE ESTRENÓ EN ANAGA
El proyecto de acompañamiento a personas mayores fue impulsado en la etapa de Cristina Valido al frente de la consejería insular de Bienestar Social para atender a usuarios que no tenían necesidad de ingresar en ningún centro, pero necesitaban apoyo social. El Cabildo encargó a Cruz Roja el desarrollo del proyecto piloto y en mayo de 2015 se puso en marcha en Anaga. Desde hace nueve meses se ejecuta en Arico. En ambos casos con gran éxito.
La consejera de Acción Social del Cabildo, Coromoto Yanes, señaló que esta iniciativa quiere garantizar el bienestar físico, social y psicológico de los mayores que viven en núcleos dispersos de Arico y Anaga. “Nuestras políticas sociales buscan cada vez más esta atención cercana con el fin de mejorar la calidad de vida de nuestros mayores, que es el objetivo de Ansina”. Yanes también agradeció el trabajo de Cruz Roja en este proyecto y la colaboración del Ayuntamiento de Arico.
La alcaldesa de Arico, Elena Fumero, reveló que el proyecto surgió en el transcurso de una visita realizada al municipio por la anterior consejera de Bienestar Social, Cristina Valido. “Comprobó la gran dispersión de población que teníamos a lo largo de 20 kilómetros de carretera general y 14 de autopista, y nos ofreció poner en marcha el programa que ya funcionaba muy bien en Anaga”. Elena Fumero recalcó que el Ayuntamiento es el primer interesado en este proyecto “que fomenta no solo la relación entre nuestros mayores, sino con los jóvenes estudiantes”.