La botella de Rajoy

La pose argumental de la camarilla de Iglesias es un regalo para el PP que dicen combatir

A quienes se retuercen, quejan e indignan cuando leen que Iglesias ha embotellado el espíritu ganador que los parió, a los que tan felices se han quedado apostando por el discurso que más pronto que tarde los convertirá en anécdota parlamentaria, a aquellos que se sienten mejor instalándose en la adolescencia imposible que Iglesias les ha prometido (¿o acaso no lo es jugar a seguir siendo lo que se dejó de ser?) cabría animarles a que se pregunten por qué el PP puso velas para que el imposibilismo se impusiera a las tesis de Errejón. La pose argumental de la camarilla de Iglesias es un regalo para el PP que dicen combatir. Al cortocircuitar la hipótesis de una gran izquierda apuntalan la posición de la gran derecha. El imposibilismo implica renunciar a la posibilidad de sentarse algún día en la mesa de las decisiones del Estado. Aislarse, como defiende Iglesias, es perder. El neocomunismo que agita la tropa del líder ahora consagrado no tiene la gasolina que hace falta para hacer el trayecto que dicen pretender. Iglesias está reinventando Izquierda Unida, y para hacerlo ha sacrificado las potencialidades que tendría Podemos en la versión de Errejón. El pablismo es un chollo para la derecha. Aleja la posibilidad de un acuerdo de las fuerzas de izquierda, al radicalizar el hilo conductor engorda el fantasma que necesita el PP para seguir creciendo y, de paso, invita a los socialistas a mirar hacia el centro para entenderse con el único vecino que les queda. Iglesias insiste en que el objetivo es el PP cuando lo cierto es que su prioridad es acabar con el PSOE. Menudo regalo le han hecho al PP los de Vistalegre, vaya suerte la suya. Ha ganado el que sentado en las instituciones quiere seguir jugando a excepción. Pablo Iglesias ha metido a Podemos en una botella. En la botella de Mariano Rajoy.

TE PUEDE INTERESAR