La Palma vibra al son Indiano

La capital palmera, repleta de personas, disfrutó ayer de la fiesta carnavalera por excelencia de la Isla Bonita, preñada de ritmos y sabores guajiros, e inundada por los polvos de talco
Los Indianos 2017. | CARLOS ACIEGO

Los Indianos no son cifras, por mucho que este año haya batido récord de participación. Tampoco lo definen las ingentes cantidades de polvos de talco que cubren la ciudad. Los Indianos son una experiencia. Una experiencia que nace de la fusión de un hecho histórico -el retorno de los emigrantes que viajaron a Cuba en busca de fortuna- y el gen de la imaginación y el sentido del humor de un pueblo, el palmero, que ha sido capaz de recrear sobre esta base una gran comedia, que a pesar de tener una especie de guión sin escribir, año tras año es diferente.

Porque distintas son las vivencias que se van sucediendo a lo largo de la jornada. Atravesar la calle más grande del mundo, la calle Real, trufada de encuentros y reencuentros, de afectos a flor de una piel bañada por el talco, que compite en el aire con las bocanadas de los puros palmeros, que nada tienen que envidiar a los habanos. Una vía que se extiende desde el Puerto a La Alameda como una alfombra blanca gigante por la que transitan los indianos, al ritmo de los acordes del son y la chispa de cubalibres y mojitos.

Desde antes de las diez de la mañana, ya se podían ver indianos por el centro de Santa Cruz de La Palma. Había ganas, muchas ganas, de indianos. Durante el fin de semana, el puerto y aeropuerto han tenido un intenso trajín, que continuaba ayer, transportando a multitud de canarios que no quieren perderse estas fiestas.

Santa Cruz de La Palma se volvió ayer aún más acogedora para recibir a tantos indianos, que llegaron a la Isla en busca de un carnaval distinto. Gente procedente de toda Canarias se dieron cita en la capital palmera para vivir como actores principales esta fiesta. Porque en Los Indianos no hay reinas, ni damas de honor, ni concursos, ni estrellas invitadas.

Bueno, todo tiene una excepción, incluso Los Indianos. Porque en la mañana sí hay una serie de protagonistas en esta gran parodia indiana. Por ejemplo, la entrañable pareja de actores Pilar Rey y Antonio Abdo, legendarios animadores de esta fiesta, que regresaron al atrio del Ayuntamiento para animar ese momento que bautizaron como La Espera, donde empieza a calentarse el ambiente en el entorno más concurrido de día, la plaza de España. Una genial invención que este año, además, cumple 25 años de vida.

En La Espera se reproducían los primeros diálogos de Indianos, con acento guajiro, rememorando la fortuna cosechada en las Américas y repartiendo billetes como muestra de ostentación entre los lugareños. La guasa imperecedera de un pueblo que se toma tan en serio, que sabe reírse de sí mismo como pocos. Así, poco a poco, el centro de la ciudad se fue colapsando. Prácticamente no cabía un alma en la plaza de España.

Pero en medio de esa multitud y un espesa nube de polvos de talco, como Moisés cuando separó las aguas del Mar Rojo, se abrió paso la Negra Tomasa, haciendo su entrada apoteósica el auténtico tótem de esta fiesta. Nuestro entrañable Sosó volvió a elevar al punto de ebullición la temperatura de Los Indianos, con su peculiar danza anárquica, meneando las caderas al ritmo de su conga.

“La más sandunguera”, como reza la letra de la conga Sangre Indiana, el tema oficial de este carnaval, había hecho su aparición previamente por el puerto. Donde ya era esperada por multitud de personas, muchas de ellas recién llegadas a la Isla en los tres cruceros que atracaron en el muelle en la mañana de ayer o en los barcos procedentes de Tenerife. Este año, vestía un elegante traje rojo, con un ribete blanco.

Un selfie con la Negra Tomasa era una de las piezas más valoradas como recuerdo del paso por los Indianos. Un trofeo difícil de conseguir porque todos están “tan enamorados de la Negra Tomasa”, como cantaba Compay Segundo. Embajadores de distintos países le dieron la bienvenida. Con el descubrimiento de la placa de la plaza de La Habana, por un día, terminaba el rito por el que Santa Cruz de La Palma se convierte por un día en la capital cubana.

Tras la explosión de la llegada a la plaza de España de la Negra Tomasa, poco a poco, la auténtica marea humana que inundó el centro de la ciudad, se fue dispersando. La fiesta había empezado temprano y era el momento de recuperar fuerzas para continuar el resto de la jornada. Desde hace semanas era imposible encontrar en Santa Cruz de La Palma una mesa libre en un restaurante para almorzar. Muchos locales adaptaron su menú a platos criollos, como el arroz con frijoles. También es un momento de reencuentro de familias y amigos, que regresan a la Isla por esta fecha tan señalada, que se reúnen en casas y bodegas para celebrar una comida especial. Y para los que no tenían nada reservado, los socorridos bocadillos de carne en cualquier barra servían de avituallamiento para seguir la fiesta.

Con el tradicional reparto de talcos en la plaza de La Constitución dio el pistoletazo de salida a la tarde indiana. ¿Desfile? Hace ya unos años que el tradicional pasacalle del muelle a La Alameda se ha desdibujado y ahora es un recorrido algo caótico, mientras los indianos se van concentrado en distintos puntos de la ciudad, como en el conocido cuadrilátero o la Placeta.

Poco a poco la luz del día empieza a desaparecer y el alumbrado amarillo de las farolas, mezclado con las partículas del polvo de talco, da un colorido distinto a la ciudad. Una iluminación suave, íntima. A esas horas empieza a tomar protagonismo la avenida Marítima, donde la música tradicional cubana continúa sonando, compitiendo con otros ritmos modernos que ofrecen los locales y kioscos, donde se concentra la gente más joven.

Santa Cruz de La Palma sigue así vibrando hasta altas horas de la madrugada, con un Carnaval tan auténtico como el pasado que revive, y tan creativo y divertido como el pueblo que lo creó.

RÉCORD DE PARTICIPANTES

“Nunca había visto tanta gente el Día de Los Indianos en la calle”. Este comentario de la concejal de Fiestas del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, Virginia Espinosa, era repetido ayer por muchos “indianos veteranos”. A esta sensación, sin duda, contribuyó la presencia de tres cruceros en el Puerto, que trajeron 7.000 viajeros.

Estampas como la avenida Marítima, repleta de personas a mediodía, cuando todavía quedaba por incorporarse quienes llegan por la tarde a la fiesta, es una muestra del volumen de indianos que se concentró en el día de ayer en las calles de la capital palmera. 80.000 personas, según la Policía Local, representa el mayor dato de la historia de este festejo.

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