La Universidad, hoy

Miren ustedes, para lo que me queda en el convento, me cago dentro. Quiero decir que me da igual que me llamen fascista por lo que voy a decir. Me la renflanflinflan.

Miren ustedes, para lo que me queda en el convento, me cago dentro. Quiero decir que me da igual que me llamen fascista por lo que voy a decir. Me la renflanflinflan. Se están produciendo boicots a diferentes debates y charlas que se pretenden celebrar en distintas universidades españolas. Una reciente algarada ha tenido lugar en la de Sevilla -donde el rector no permitió la entrada de la policía-, y recuerdo otra anterior, en la que se impidió el uso de la palabra a Felipe González y me parece que también a Juan Luis Cebrián, son dos ejemplos más o menos recientes de lo que digo. Todo esto lo organizan las huestes de la extrema izquierda, de la izquierda radical, de la izquierda prima hermana de Podemos y de sus mareas.

Pero los rectores se acojonan y no toman medidas contra los alborotadores, que son quienes los eligen. La Universidad española se acabó cuando a los rectores los empezaron a elegir los alumnos y las señoras de la limpieza. Generalmente, alumnos que no estudian y señoras de la limpieza que no tienen puñetera idea de la política universitaria (y me refiero al personal de administración y servicios). Al rector lo tienen que elegir los profesores titulares y los catedráticos. Lo demás es forzar la democracia. Los estudiantes, a estudiar; la señora de la limpieza, a limpiar; y el resto del personal de administración y servicios, a lo suyo: a que las secretarías funcionen, a que los títulos se expidan y a que las matrículas se tramiten. La Universidad española está a la cola de las de la órbita de los países avanzados. Es un desastre. Sólo funcionan bien algunas privadas, en las que existe disciplina y orden. Somos más papistas que el papa, nos encanta forzar la máquina y luego nos quejamos si revienta el motor. En la Universidad española pública el motor se ha ido a hacer puñetas.

TE PUEDE INTERESAR