Lo que va mal

En coaching tratamos de no hacer juicios de valor sobre la bondad o la maldad de una conducta, pero sí sobre su “ecología”, es decir, sobre la forma en la que dicha conducta puede afectar a las personas del entorno. Esto es básico para aplicar la filosofía “ganar-ganar” y asegurarnos de que no hay una voluntad de dañar en la persona que acude a un coach profesional para alcanzar sus objetivos. Naturalmente, si esto sucediese el código ético por el que me rijo me obligaría a suspender el proceso e, incluso, a romper la cláusula de confidencialidad para poner el caso en manos de la autoridad competente, cosa que, por cierto, durante mis años de ejercicio profesional no ha sucedido jamás.

Cuando dices que algo va mal en tu vida, ¿a qué te refieres específicamente? ¿A que no estás obteniendo los resultados esperados? ¿A que los resultados no compensan el esfuerzo? ¿A que una vez alcanzados descubres que no era eso lo que querías? ¿A que no sabes cuál es el plan de acción para conseguirlos? El coaching nunca es “café para todos”: es de “receta” personalizada, es decir, a cada una de estas preguntas le corresponde un tipo de acción distinta.

Lo primero que analizamos es la viabilidad de la meta, porque si el objetivo está fuera tu alcance, lo más probable es que se convierta para ti en una fuente de frustración. Luego vemos qué has hecho hasta ese momento para alcanzarlo y qué no has hecho aún. Si quieres conseguir un resultado distinto es preciso que hagas cosas distintas. No es lo mismo no querer, no saber y no poder: si no quieres, tendrás que buscar qué te puede motivar; si no sabes, qué necesitas aprender y cómo; si no puedes, qué herramienta será conveniente que utilices para alcanzar tu meta de forma eficiente. Sólo tras esta toma de conciencia viene el paso a la acción.