Los lunes, como anteayer

Ya saben ustedes, porque creo que lo he contado, que los lunes no hago absolutamente nada.

Ya saben ustedes, porque creo que lo he contado, que los lunes no hago absolutamente nada. Y los domingos tampoco, ni siquiera fui al rastro este último porque tenía frío. Yo con frío ya no salgo, ni con calor tampoco, es decir, que me he convertido en un tipo recluido en una casa, que sólo aparece de vez en cuando; y me encuentro en la calle como un pulpo en un garaje. Rehúyo los saludos y algún domingo voy a almorzar al Casino de los Caballeros, es decir, al Real Casino, porque allí no me dan la lata y la comida es buena y barata. Algunas tardes me siento en un kiosco de ese Norte a hablar huevonadas, como dicen los venezolanos.

En estos días de Carnaval, huyo, este año no sé a dónde, pero también evitaré unos días el bullicio y la ciudad cortada en dos por la cabalgata. No soporto las cabalgatas, entre otras cosas porque cada personaje del Carnaval se tiene que meter conmigo para recriminarme algo, siempre con datos equivocados. Como: “Te vi el otro día en la televisión, muy mal”, cuando yo hace meses que no aparezco en la pequeña pantalla porque Clavijo y Negrín me tienen vetado en la Autonómica y no sé quién en TVE. Lo agradezco, porque por 150 euros que pagan por presencia (en TVE) no muevo yo uno solo de mis dos huevos. Y eso. Otros ganan mucho más en El Foco, un programa de escasa audiencia que exalta a Coalición Canaria y a su presidente, con gente del régimen, dicen que a 38.000 por edición. Joder, así cualquiera. Pero no siento envidia. Porque yo estoy más acabado que Machín y más viejo que Matusalén, así que a tomar por saco el foco y la foca. Sólo me queda un corazón de cinco estrellas, como dice Sabina, porque ni a los hoteles de tantas estrellas puedo ir, huyendo del Carnaval.

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