El mundo del revés

Puede que, como ocurre en Stranger Things, exista un mundo del revés.

Puede que, como ocurre en Stranger Things, exista un mundo del revés. Es posible que habitemos efectivamente dos realidades que conviven. Tal vez al otro lado del lugar que conocemos la gravedad sea una fuerza de repulsión y no de atracción, un espacio donde la materia ha sido sustituida por elementos indescriptibles, un tiempo verbal en el que la razón ha sido expulsada por la sinrazón, el sentido común por el sinsentido, lo deseable por lo indeseable, la dignidad por la barbarie, los argumentos por el vacío, la modernidad por la brutalidad.

Puede, es posible, tal vez sea cierto que quienes aspiramos a una sociedad razonable, deseable, lógica, digna, humana y moderna convivamos a nuestro pesar con un mundo del revés donde, como se ha publicado en este periódico, se celebran peleas de perros, un mundo no tan distante ni alejado en el que para entrenarlos o alimentarlos (¿supuestamente?) se incurría en barbaridades cuyos detalles cuesta repetir o desmenuzar. Estremece. Ahoga. Desmoraliza.

Tal vez, puede, es posible que aun costándonos dar crédito a según qué acontecimientos se confirme que ahí al lado late un mundo del revés donde adultos que siendo niños jugaron, se enamoraron, soñaron, quisieron, añoraron e imaginaron disfruten participando o asistiendo al espectáculo de la violencia, el dolor y la agonía. Siendo otra versión de la realidad que pisamos, el upside down que nos muestran en Stranger lejos de ser otra dimensión o un universo alternativo se explica como el mundo al revés de nuestro propio universo. Siendo otra versión del presente que conjugamos, la sinrazón, el sinsentido, el vacío y la brutalidad que rodean a las peleas de perros lejos de ser otra dimensión o un universo alternativo cabe explicarse lamentablemente como el mundo al revés del universo propio.

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