Cien años de geografía

Difícilmente se encontrará un profesor de la claridad docente, de la sencillez y de la bonhomía del profesor don Leoncio Afonso Pérez, que falleció el pasado lunes, a los cien años de edad

Difícilmente se encontrará un profesor de la claridad docente, de la sencillez y de la bonhomía del profesor don Leoncio Afonso Pérez, que falleció el pasado lunes, a los cien años de edad. Con cien años escribía artículos para El Diario de Tenerife. com y recorría Herradores, de punta a punta, del brazo de su hijo. Con él se nos van también cien años de geografía. Él y mi admirado don Telesforo Bravo, fallecido hace años, se sabían Canarias de memoria, hasta la última piedra. Era gente tan cercana. Don Leoncio verá ahora nuestra geografía desde mucho más arriba, desde el lugar al que van a parar los buenos, los cabales, los generosos, los que pasan por esta vida dejando huella. Las campanas que molestaban a Maccanti sonaban huecas en Aguere, mientras los 21 gramos del alma de don Leoncio se preparaban ya para volar por encima de montañas y barrancos, de depresiones geográficas y de un clima variable. Era un profesor indomable, con una vocación envidiable y una preparación fuera de lo común.

Pero, sobre todo, sus formas: un caballero, un docente comprensivo, un enamorado de sus islas; un hombre con una vocación tan definida y tan decidida. ¿Saben ustedes que han cambiado la clasificación de las nubes? Son mucho más que cirros, cúmulos, nimbos y estratos. Hay veinte y pico más ahora. Don Leoncio estudió hasta la influencia del turismo en el medio, clasificó los lugares más recónditos de las Canarias, enseñó con la precisión y la amenidad de un profesor de Harvard. Aficionó a sus alumnos a la geografía, cuando resulta que Canarias no tiene puntos cardinales, porque todos se confunden en estas islas de perfiles falsos y de alturas inverosímiles. Y allí estaba él, con su afición y su sabiduría, poniendo las cosas en su sitio. Siento mucho su muerte. Le admiraba profundamente.

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