Depredador al acecho: crimen con alevosía y ensañamiento en Ten-Bel

El asesino Héctor Franco aguardaba en el atajo que cogió Fabiola Fernanda, de 15 años, para llegar antes a su casa de Ten-Bel, tras pasar con unas amigas la tarde del 26 de julio de 2007, en un caso que unió en el dolor a Canarias y Chile, país de donde era natural la adolescente
El posteriormente condenado por el asesinato de Fabiola, Héctor Franco, tras ser arrestado por la Guardia Civil. DA

Cogió un atajo para llegar antes a casa porque la estupenda tarde que pasó con sus amigas se prolongó en demasía y las manecillas se acercaban a las nueve y media de la noche, la hora límite fijada por sus padres para regresar. Cómo iba a saber Fabiola Fernanda, una adolescente chilena de 15 años residente en Ten-Bel (Arona), que en ese sendero de tierra, de nombre Pista Virgilio, acechaba el colombiano Héctor Fabio Franco Giraldo, entonces con 28 años de edad y condenado dos años después a 25 de cárcel como autor del asesinato de la muchacha, un crimen cometido con alevosía y ensañamiento.

Desde aquel 26 de julio de 2007 en que desapareció Fabiola hasta el 2 de agosto en que se localizó su cadáver transcurrió una semana en que canarios y chilenos vivieron con el corazón encogido a la espera de las noticias sobre la suerte que había corrido. Lamentablemente, el amplio despliegue en su búsqueda, que incluyó hasta efectivos del Ejército español, y el excelente trabajo de investigación llevado a cabo por la Guardia Civil solo permitieron dar con sus restos en una finca cercana a la Urbanización El Palmar. Justo allí donde señaló finalmente Héctor, derrumbado tras 12 horas de un interrogatorio en el que primero lo negó todo, luego quiso involucrar falsamente a otra persona y finalmente terminó por confesar cuando le pusieron delante un piercing y un pendiente que lo involucraban de lleno.

Como posteriormente se supo con certeza durante el juicio, Héctor aprovechó la prisa que tenía Fabiola para convencerla de que se subiera al flamante todoterreno que conducía. Ya en el vehículo le propuso mantener relaciones sexuales que la muchacha, a buen seguro horrorizada, rechazó. Si quiso reaccionar, ya no pudo más que gritar. Él la asfixió para que callase, pero en realidad solo la dejó inconsciente. Explicaron los forenses responsables de la autopsia que, en realidad, la joven estaba viva cuando su verdugo tiró su cuerpo en la citada finca desde una altura aproximada de siete metros. Luego arrojó piedras para ocultar lo que creía un cadáver, pero fue una de ellas la que la mató al partirle el hueso occipital, el que está en la parte posterior e inferior del cráneo.

La historia no está completa sin recalcar la efectividad del trabajo policial realizado por el Instituto Armado. La Policía Judicial de Santa Cruz de Tenerife, que contó con el respaldo de sus compañeros de la Unidad Central Operativa de Madrid, acertó al insistir en la pista del calzado de Fabiola hallado donde luego apareció su cuerpo sin vida, tan oculto que no se descubrió en la primera batida por dicha finca. Una minuciosa revisión de testigos e imágenes de la zona les condujo hasta el todoterreno, examinado hasta la extenuación por los especialistas que conforman el equipo de Inspecciones Oculares del Servicio de Criminalística. Arrestado el 1 de agosto, Héctor tardó medio día más en sucumbir ante la presión de las evidencias que lo incriminaban.

Nunca se supo con certeza si el criminal abusó de Fabiola: su cuerpo quedó tan destrozado por las piedras que los forenses no pudieron confirmarlo. El depredador pidió a la Guardia Civil un tratamiento porque, dijo, no podía evitar comportarse como el monstruo que nos encogió el corazón.

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