“Había compañeros que estaban celosos y no me trataban muy bien”

Luz María García Martín fue la primera concejal de la democracia (UCD), un cargo al que accedió por casualidad para poder ayudar mejor a la gente pobre y arreglarle la paga a los ancianos
Luz Marina fue la primera concejal mujer en Los Silos, pueblo en el que nació. Fran Pallero

Además de 90 años, mucho humor, y una memoria envidiable, Luz María García Martín tiene mucho para contar. Fue la primera concejal en el Ayuntamiento de Los Silos a mediados de los años 70, un cargo complicado en tiempos difíciles y más siendo mujer.

Vivió el final del franquismo, etapa en la que estuvo tres años y en la fue delegada de las amas de casa; la transición; y la democracia como edil de la UCD. Su entrada en el Consistorio fue casualidad. Luz María trabajaba en una fraternidad ayudando a la gente pobre y arreglando los papeles de las pagas de los ancianos. Ir a secretaría y buscar las tarjetas de cada uno de ellos no era una tarea sencilla y pensó que al estar en el Ayuntamiento se le podían facilitar las cosas. Y así fue, y hasta le dieron carta blanca para trabajar “divinamente” por su pueblo, cuenta.

Tenía 50 años, estaba casada con Cándido Abad, un abogado de Garachico, y tenía una hija. Dice que la llamaban a todas horas a su casa y tenía que salir a diario, porque en los municipios pequeños siempre hay muchos problemas. “No te des prisa que no eres ni sepulturera, ni maestra, ni médico”, le espetaba su padre. Ella lo recuerda y ríe.

Era la responsable de Asuntos Sociales y Parques y Jardines. No tenía sueldo, solo cobraba las dietas. Iba al Consistorio todos los mediodías, donde le habían preparado un pequeño salón para recibir a los vecinos.

Guarda muy buen recuerdo del exalcalde Gaspar Sierra, quien además, era el médico de su padre. A pesar de tener a sus concejales socialistas, en ocasiones, cuando tenía que viajar a Madrid delegaba asuntos en ella. “Y yo aprovechaba para hacer muchas cosas, como por ejemplo, construir una puerta en el barrio de Susana para que los plataneros no dejaran tiradas las hojas en una serventía, porque los vecinos se enfadaban”, apunta. En esa ocasión llamó al arquitecto municipal y le dijo lo que quería. Tuvo la suerte de que su deseo se cumplió en dos semanas y que los propietarios de las fincas la costearon.

Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. Había algunos compañeros de la Corporación que no la trataban del todo bien. Ella cree que era porque “estaban celosos”. El alcalde exigía que la respetaran y siempre estaba el guardia en la puerta por si pasaba algo. “Cuando había cosas que no me gustaban y sabía que tenía razón, me levantaba y daba un puñetazo en la mesa. Tenía que tener carácter”, sostiene Luz María, convencida de que obró de manera correcta.

Al enterarse que se iba a vivir a Santa Cruz, una familia muy humilde le ofreció “prepararle una camita” en su casa para que se quedara, pese a que eran muchos y solo tenían dos habitaciones. Se acuerda de este hecho con cierta nostalgia y alegría a la vez, y como mujer de la iglesia que es, cree que algún día el señor se lo agradecerá.

Adolfo Suárez le gustaba porque era guapo, católico e iba a la iglesia

Cuando decidió presentarse por la UCD quería saber cómo era Adolfo Suárez, además de guapo. Le regalaron una revista en la que hablaban de él y en una de las páginas vio que iba en una procesión cargando un santo. Y dijo: “Si es católico y va tanto a la iglesia, porque en esa época no era habitual que un hombre cargara un santo, me gusta”. Años después, conoció al expresidente en la visita que éste realizó al municipio vecino de Garachico.

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