Humanizar la escala urbana

Cuando voy a un acto cultural, me leo el catálogo para anticipar el remedio que me ofrecen

Cuando voy a un acto cultural, me leo el catálogo para anticipar el remedio que me ofrecen. Fui al ciclo sobre La Escala Humana de la Ciudad, donde intervenía un antropólogo catalán Manuel Delgado, y un urbanista de Copenhague, Jan Gehl, cuya trayectoria profesional se ha centrado en la calidad urbana de los centros de ciudad, potenciando el uso del peatón y el ciclista. Sus experiencias en Copenhague, Nueva York, Moscú, Melbourne o Shanghái lo avalan. Interesante ciclo de la Fundación CajaCanarias sobre La Tierra-Diálogos Globales, moderada por Juanma Palerm, arquitecto canario. Hoy vive en las ciudades la mitad de la población del mundo, el 75% en el 2050.

La ciudad, el burgo, florece en la cultura europea de la Edad Media, donde el ciudadano huye del señor feudal y se refugia en busca de las cuatro libertades de entonces: seguridad, sanidad, escuela y empleo. Nada nuevo. Porque el fenómeno urbano se dispara atrayendo a las poblaciones rurales del mundo. En plena globalización, donde Europa sufre el abandono del medio rural, en el que solo vive el 5% de su población y al tiempo nos vemos invadidos por culturas donde aún vive en el campo el 50%. Las ciudades, sobre todo en el tercer mundo, crecen en el caos, incapaces de asegurar las cuatro libertades referidas. Luego de la globalización, tampoco nuestras ciudades son capaces de ofrecer hoy “seguridad y empleo”. Y, sin embargo, crecen.

Le di la vuelta al título del ciclo, ordenándolo por prioridades para contrastar las visiones de los ponentes. Delgado, de la Europa del sur, apostaba por el derecho a la ciudad, por la apoteosis de su valor de uso, preocupado por las consecuencias sociales de la transformación urbana. Consciente del odio al conflicto y del elogio al mismo. Desde la Europa del norte, Gehl, danés, pequeño estado de la UE con forma de monarquía constitucional, confesional y luterana, cuya reina, luego de 1.200 años de dinastía, es a su vez cabeza de la Iglesia. Dinamarca ofrece los mejores índices de desarrollo humano, desigualdad, renta per cápita y corrupción del mundo. Está en el espacio de seguridad Schengen y fuera de la moneda única. Tiene los impuestos más elevados de Europa y sus mejores prestaciones, para sus 5,5 millones de habitantes. En un país un poco mayor que Extremadura.

En el conflicto norte-sur situamos la tensión. Hoy la ciudad es incapaz de humanizar su escala, se nos ha ido de las manos. Crece en el caos y solo opera en posiciones centrales, donde se urbaniza expulsando el vehículo. La ciudad mantiene su escala con el transporte público. Es el espacio de concentración de usos, una gran máquina de generar plusvalías. El equilibrio lo establece la acción pública, la única capaz de humanizar la ciudad y su escala. Se humaniza con la programación de inversión pública, mantenimiento, vivienda pública, transporte y servicios sociales, casi inexistente en España desde hace 10 años. En la Europa del norte se opera con programas decenales, con financiación asegurada. En países donde la Administración local tiene el doble de recursos respecto al gasto público que en el sur. Con democracia real, alejada de los mensajes huecos del sur, donde los partidos se dedican a la política y abandonan al ciudadano y la Administración se agota en sus gastos internos.

La sociedad global y de internet va a acelerar los conflictos urbanos, reconfigurando el empleo y casi todo. Como consecuencia, el uso del espacio reordenará la escala de la ciudad y su territorio. De las 10 ciudades más humanas del mundo, seis están en Europa del norte, tres australes y Tokio, en Japón. La futura reina danesa es australiana.

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