La justicia y su palacio

Ahora parece que a los fiscales no les gusta la ubicación del nuevo palacio de justicia en El Sobradillo.

Ahora parece que a los fiscales no les gusta la ubicación del nuevo palacio de justicia en El Sobradillo. Lo primero que tenía que hacer la Administración de Justicia es sacar las sedes de los defensores públicos del edificio donde trabajan los jueces. Cada uno en su casa. Porque lo otro no es bueno para el justiciable; es decir, ni para usted ni para mí. Lo segundo que tenía que hacer la justicia es decirles a los fiscales que la ubicación de una sede judicial es competencia de los dirigentes políticos, no de la Fiscalía, que ni siquiera tendría por qué ser oída. Los fiscales deben ir donde los manden. Y trabajar con el mismo entusiasmo en Cabo-Llanos que en El Sobradillo, pero, repito, en edificios separados de los juzgados.

Con todos los medios. Pero cada uno en su casa y Dios en la de todos. No me gustan tampoco -aunque ahí, en las cosas del querer, no me debo meter-, los matrimonios o las convivencias entre miembros de la carrera judicial. Pero, repito, que yo con los sentimientos no juego, así que comulgo y les presumo honestidad. Hace años, los médicos y los farmacéuticos de los pueblos no podían casarse, por razones de posibles connivencias. Y lo tercero que tiene que hacer la justicia es lograr, de una puñetera vez, que dos novios que se van a casar, y vuelvo con el matrimonio, con la ristra de padrinos e invitados consiguiente, no transiten al mismo tiempo y por el mismo pasillo que dos chorizos violentos que han atracado una joyería, un suponer, y con su corte de uniformados detrás. Que muchas veces no se sabe si el chorizo es el novio y si la novia ha robado el traje en una boutique.

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