“La Transición no la hicieron solo Suárez, Fraga, Carrillo y el rey; fuimos miles”

Jerónimo Saavedra confiesa que sintió “un regocijo interior” cuando al fin se sentó en las Cortes democráticas tras las primeras elecciones, como diputado, y supo que iba a ayudar a construir un país nuevo en libertad, tras cuatro décadas de dictadura
Andrés Chaves entrevista a Jerónimos Saavedra en Mis queridos enemigos / FOTO: Andrés Gutiérrez
Andrés Chaves entrevista a Jerónimos Saavedra en Mis queridos enemigos / FOTO: Andrés Gutiérrez
FOTO: Andrés Gutiérrez

El diputado del Común -que será relevado próximamente de su cargo- e histórico dirigente del PSOE evoca en esta segunda entrega de la entrevista con DIARIO DE AVISOS los últimos años del franquismo y los albores de la democracia. Jerónimo Saavedra confiesa que sintió “un regocijo interior” cuando al fin se sentó en las Cortes democráticas tras las primeras elecciones, como diputado, y supo que iba a ayudar a construir un país nuevo en libertad, tras cuatro décadas de dictadura.

-Usted estudió en colegios jesuitas en su isla natal, Gran Canaria, de los que ha dicho que le inculcaron conciencia social en el franquismo…

“Fue significativo que hasta principios de los años 50 nunca cantamos el Cara al sol, jamás. La formación política era obligatoria en aquellos años y una asignatura que ni se puntuaba, todos eran aprobados. Luego viene una especie de conciencia social que me inculcó la educación jesuítica, unida a un interés por la literatura. Y a partir de ahí empecé en la universidad. Surgieron los problemas del estudiantado en una dictadura, primero en la Universidad de La Laguna y luego en la de Madrid, a partir de 1956. Eso ya me puso en vinculación con un mundo de preguntas, de comparaciones con Europa, a la que ya decidí trasladarme para continuar mi formación universitaria. Eso es el telón de fondo que me coloca en 1960 y 1961 en universidades alemanas e italianas, donde vivo la política democrática y una cultura de países democráticos que no era la que el franquismo me permitía. Aquí había censura en el cine, la prensa, se desconocían los movimientos artísticos de posguerra…”.

-Hay partidos, como Podemos, que hablan de que es necesario una nueva Transición política, por un agotamiento del modelo acordado entonces… ¿Lo ve así?

“No creo que haya un problema fruto de la Transición, sino de las nuevas generaciones. La Transición fue un cambiazo que nos permitió pasar de una dictadura a una democracia. Y no hay una Transición nueva que inventar, ni mentir sobre lo que pasó. Porque yo me quedo asombrado con las afirmaciones que he oído y leído en los últimos años, diciendo que la Transición fue un acuerdo entre Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Adolfo Suárez y el rey. Yo participé en la Transición, fuimos cientos y miles de personas las que contribuimos; yo era profesor de Derecho del Trabajo universitario. Llevé la negociación del cambio en materia sindical. Manuel Chávez y yo nos reunimos con el ministro de Relaciones Sindicales del posfranquismo y le dijimos que si quería democracia tenía que ratificar el convenio de la Organización Internacional del Trabajo, y eso significaba reconocer la libertad sindical, el derecho de negociación colectiva y el derecho de huelga. Y punto. Igual que yo me reuní la primera semana de agosto de 1976 con ese ministro, Enrique de la Mata, pero otras cientos de personas intervinieron para que hubiera avances en materia electoral, sobre el papel de los ayuntamientos democráticos, cómo configurar el problema territorial de España, etcétera. No me vengan a decir que todo es fruto de una reunión en una mesa a cuatro”.

-Se simplifica, entonces, mucho con el paso del tiempo…

“Sí, mucho. Hay una especie de complejo de inocencia del que irrumpe hoy en la política. Y no tiene que asumir ningún pecado. La Transición fue un paso hacia adelante, y no hacia atrás. Yo he leído cosas verdaderamente increíbles de esa izquierda pura, tradicional, que llega a decir que los militantes del Partido Comunista, el 20 de noviembre, el día en que falleció el dictador, esperaban en su casa la orden para salir a la calle. ¿Cómo puede decirse eso? ¿Qué tiene que ver la Transición en España con la Revolución de los Claveles en Portugal? Esa revolución no la hizo la gente en la calle, sino el Ejército; la gente fue a ponerle claveles en los fusiles. En España sabíamos que ordenar salir a la calle en barricadas era someterse a la represión, a la matanza; además estaba ETA, y prueba de que había una resistencia real a la democracia fue el 23F. Que no vengan a decirme que la Transición fue una renuncia tras otra por parte de los demócratas. ¡No es verdad!”.

-Usted entró en el PSOE en el año 1972, en la clandestinidad…

“Antes estaba como socialista independiente en Madrid y en los círculos y las cenas políticas. Pero afiliado al partido, desde octubre de 1972 en Tenerife”.

-Y consiguió el acta de diputado nacional en 1977 en las primeras elecciones democráticas…

“Sí, viví 40 años de dictadura y llevo ya 40 de democracia. Estoy hablando de 80 años. Yo voté en La Laguna en esas primeras elecciones democráticas”.

-Hay millones de españoles que no recuerdan esa etapa o muy poco, los que eran niños o no habían nacido entonces. ¿Qué sintió cuando se sentó en esas primeras Cortes democráticas?

“No ocurrió de la noche a la mañana, porque yo cuando llegué a la Universidad de La Laguna en el 70, después de una década en la Complutense, encuentro una universidad muy ferviente, lo cual fue para mí una sorpresa, pues había debate, en el Colegio Mayor de San Fernando, en el de San Agustín, en el bar de Salvador, pegado al Paraninfo… Allí era el lugar de reunión de profesores y alumnos, y a los pocos meses se celebró el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en Naciones Unidas en 1948, y me vinieron a invitar porque yo era una especie de desconocido que había llegado de Madrid para explicar Derecho del Trabajo, que hasta era una asignatura ignorada en la Facultad de La Laguna. Y pensé que venían a hacerme el test, la ficha, pues no tenían información mía… Era diciembre de 1970 y el delegado de la Facultad luego sería metido en la cárcel ese mismo año con Agustín Millares y Julio Pérez, por las movidas que entonces periódicamente se producían en la universidad. Y yo en mi intervención me manifesté claramente a favor de la libertad sindical, aprovechando un informe sobre la situación de los sindicatos franquistas que había hecho la Organización Internacional del Trabajo, muy crítico con el sistema represivo español. Y eso ya me sirvió de carta de identidad ante los estudiantes demócratas, de organizaciones clandestinas, prohibidas… Luego me nombraron director del Colegio Mayor, lo quisieron los propios colegiales, y fue una vivencia tremenda. De manera que fue todo como una especie de subida por una larga escalera, y todo confluye en la Transición política. Participé entonces en mítines en la Junta Democrática de España, en Italia el verano de 1976, donde me tocó hablar en Torino, pues había estudiado en Florencia y di un mitin en italiano. Al llegar las primeras elecciones democráticas, aquel día hice declaraciones contundentes y se metieron mucho conmigo, porque en Canarias, de los 13 diputados, solo dos de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, Néstor Padrón y Luis Fajardo Spínola, y yo, por la de Las Palmas, éramos socialistas, y los demás eran todos de la UCD. Al entrar en las Cortes, fue una especie de frustración por un lado, porque yo pensaba que todo el mundo iba a votar progre, por el cambio… ; y claro, no fue así”.

-¿Le sorprendió que no hubiera más diputados de izquierda?

“Le contesto. Entonces teníamos el problema de los aparceros del tomate, en el sur de Gran Canaria y, en menor medida, en el sur de Tenerife, que había sido un sector reivindicativo en los últimos años del franquismo. Y entonces pensábamos, en un análisis simplista, que nos votarían los aparceros, pues vivían en unas condiciones lamentables desde el punto de vista de la vivienda, en barracones, y cobraban un salario a la par, en función de los resultados de las ventas en el comercio británico, sin un sueldo garantizado. Pues resultó que aquel año habían tenido una buena liquidación por las ventas, a muy buen precio, en los mercados continentales europeos, y nuestros mensajes radicales en esa zona del Sur no tenían ningún eco, distanciados de la realidad. Ahí se produjo mi primer choque entre lo que yo sermoneaba y lo que el ciudadano estaba esperando oír. Y eso es lo que hoy a veces ocurre en los partidos. Ahí me di cuenta de que había que ser más pragmático en algunas cuestiones. En 1977, y con el sentimiento de canarios, veníamos también con una tradición autonomista de la izquierda canaria, los progresistas y sectores de centro que habíamos celebrado unos debates sobre la Ley del REF en julio de 1972. Y eso generó unos sentimientos autonomistas vinculados a los grupos catalanes y andaluces”.

-Pero se sentó usted al fin en un escaño de unas Cortes democráticas. ¿Cómo lo vivió?

“Llegar a las Cortes en 1977 y de repente darte cuenta de que eran constituyentes, y de que había que desmontar las leyes franquistas para hacer una Constitución democrática, eso sí produce, como ciudadano, como jurista y como socialista, un regocijo interior. No nos pusimos a cantar, pero éramos conscientes de que estábamos construyendo un país nuevo”.

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