“La vida nos ha regalado una segunda oportunidad”

Hay quienes simplemente se dejan derrotar, pero hay otros que nunca se dan por vencidos. De esa pasta están hechos José Ortoll y Raquel Rivero, dos deportistas tinerfeños a los que les cambió la vida hace ya más de un año
José Ortoll y Raquel Rivero. | ANDRÉS GUTIÉRREZ

La vida a veces da giros totalmente inesperados. En un simple segundo, todo se desmorona. Entonces es cuando surge la fuerza de voluntad. Hay quienes simplemente se dejan derrotar, pero hay otros que nunca se dan por vencidos. De esa pasta están hechos José Ortoll y Raquel Rivero, dos deportistas tinerfeños a los que les cambió la vida hace ya más de un año.

Ortoll, como es conocido, se propuso un día acabar en el mismo año el Marathon Des Sables y la Titan Desert, dos pruebas salvajes que suponen todo un desafío para el límite humano. Estaba convencido de que él sería la primera persona que lograría completar estas dos pruebas. Nadie ha hecho tal proeza aún. Se preparó a fondo y a buen seguro que hubiese terminado este mayúsculo reto, pero una simple piedra en su camino le cambió toda su existencia.

Entrenando en Fuerteventura, en una pista de tierra, sufrió una inesperada caída. Inesperada y, aparentemente, que no traería consecuencias. Ojalá hubiese sido así. Ortoll se golpeó la cabeza y el casco que tenía no pudo parar el golpe. Sufrió un traumatismo craneoencefálico severo y quedó en coma.
A pesar de las graves consecuencias que padece, Ortoll cada día le sonríe a la vida y sigue peleando por aproximarse a ser el que era. Nunca se dará por vencido. Raquel no se lo permitirá.

¿Como está?

José Ortoll: “Pues comparado con hace un año y un mes, ahora mucho mejor. Después del accidente, nadie daba nada por mi vida. Ahora la cabeza la tengo encima de los hombros, pero físicamente tengo que mejorar muchas cosas”.

¿Qué recuerda del accidente?

J.O: “Nada. De un año para atrás del accidente, no recuerdo nada. Ni recuerdo que estaba entrenando. Raquel me ha contado todo, porque no recuerdo ni que estuviera entrenando”.

¿Su perspectiva del reto que quería alcanzar ha cambiado ahora?

J.O: “Sí. Le he preguntado a ella si estaba tan loco”.

¿Cuando empieza a recobrar la conciencia?

J.O: “Me recuperan en el Instituto Guttman, de Barcelona. Estuve cinco o seis meses sin realmente ser yo. Comía, hablaba y demás, pero no era yo de verdad”.

¿Qué sucede cuando pasa el accidente?
Raquel Rivero: “Recuerdo que me llamaron y me dijeron que Ortoll se había caído y que estaba en coma, pero no me lo terminé de creer. Pensaba que me iban a llamar otra vez y que me dirían que era broma. Fue muy difícil verlo postrado en una cama, rodeado de máquinas y que te digan que Ortoll no iba a salir de esa. Despertó a los 15 días y lo trajeron a Tenerife”.

J.O: “Realmente fue en Barcelona donde recupero la conciencia, al mes y algo de estar allí. Entonces allí recobramos la esperanza”.

R.R: “Aún así, los médicos lo único que nos decían era que había que dejar pasar el tiempo. Pero un buen día, dos meses después de estar allí, entré en la habitación y me empezó a echar la bronca y a preguntarme que qué hacía allí y quién le había traído. Entonces me di cuenta de que Ortoll había vuelto”.

¿Cómo les ha cambiado la vida?

R.R: “Mucho. A él el primero. Ortoll ha cambiado mucho de forma de pensar. Ahora los dos valoramos mucho más las cosas que antes no tenían valor. El simple hecho de levantarte de la cama, es una alegría. Ahora le digo que le ha cambiado mucho el carácter y que también ahora valora mucho más las cosas. Yo también. Eso permite tirar siempre hacia adelante y tener una gran sonrisa siempre”.

J.O: “Muchas veces no nos damos cuenta de las cosas que pasan, porque son ajenas a ti. Pero cuando le pasa a uno, te das cuenta de lo mucho que vale la vida”.

¿Qué sensación le produce saber que todo el mundo del trail se ha volcado con usted?

J.O: “Ahora lo que hago es ir a ver a mi mujer correr y todo el mundo se me acerca. A Raquel le tengo que preguntar quién es. A toda esa gente le estoy muy agradecido, ya que esos ánimos me permiten seguir en la rehabilitación, que no es fácil. Siempre digo que nadie de la calle va a ir a casa para llevarme a rehabilitación. Uno tiene que poner empeño y la gente me ayuda a tenerlo”.

R.R: “Incluso vamos por la calle a rehabilitación y la gente nos da ánimos y nos viene a saludar. Y no tenemos ni idea de quién es y es simplemente una persona que sigue el Facebook y que conoce el caso”. Igual que los médicos no dieron un pronóstico desalentador al principio y se equivocaron, ahora tampoco nadie puede decir hasta dónde llegará su recuperación.

R.R: “Va a depender de él. Tiene mucha ilusión por hacer deporte otra vez. Quiere volver a subirse a una bicicleta y estoy segura que es lo primero que va a conseguir”.

¿No le produce curiosidad saber qué le pasó ese día?

J.O: “Yo estaba simulando las condiciones que me iba a encontrar en el desierto, que era tener poca alimentación y poca agua. En el momento de la caída, llevaba 160 kilómetros en la bicicleta. Las calas del pedal me gustaba llevarlas muy apretadas. Entonces yo pienso que me pudo haber dado una pájara y no pude poner los pies. La mala suerte es que me golpeé con la única piedra que había y la mente se me fue. Ni los médicos se explican lo que me pasó”.

R.R: “Las resonancias muestran que tiene la cabeza llena de hematomas que le tocan zonas muy concretas del cerebro. Tiene daños en su lado cerebral izquierdo y por eso tiene afectado su lado derecho. Pero ha ido recuperando muchas cosas, como parte del equilibrio, el giro de cadera, más movilidad en el brazo y en el pie. Los avances ahora son lentos, pero todo va en camino”.

La Titan Desert se enteró de lo sucedido y le devolvió el dinero de la inscripción. No hizo lo mismo Marathon Des Sables. Esa falta de corazón le tiene que haber molestado. ¿Qué han argumentado?

J.O: “Pues que en todas las ediciones siempre pasaba algo. La Marathon Des Sables no tuvo corazón y eso que mi mujer, además de varios participantes, hablaron con ellos. Estaban enterados. Puedo entender que no devolvieran el dinero, pero es que ni siquiera aceptaron un aplazamiento de la inscripción, que es lo que más me duele. Lamentablemente, estos eventos son puro negocio. Tuvimos que pedir un crédito para costear el tratamiento de Barcelona”.

Aparte de montar en bicicleta de nuevo, ¿qué le ilusiona?

J.O: “Devolverle a mi mujer toda la esperanza que me ha dado. Ella apostó por mi y me llevó al Instituto Guttman. Si ella no hubiese hecho eso, estaría aún en coma o en la cama”.

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