Pablo Iglesias y los rabos

El Congreso de España ha decidido que a los perros no se les corten ni rabos ni orejas

El Congreso de España ha decidido que a los perros no se les corten ni rabos ni orejas. Ni siquiera ha tenido en cuenta una matización de PP y PNV, que pretendían introducir en la norma la excepción de los animales dedicados a la caza, por no sé qué razones; me alegro, porque odio la caza. La cosa me hace recordar la frase de don Ezequiel, el personaje del gran Juan Luis Calero, dicho que hizo fortuna: “No le corte usted el rabo a su perro; él no lo haría”. Lo cierto es que el más entusiasmado congresista a la hora de dejar los rabos de los perros en paz ha sido Pablo Iglesias, quizá porque su propia coleta oscilante le recuerda el rabo de los canes, meneándolos grácilmente a la llegada de sus amos. El Congreso debería legislar al revés: cortarle el rabo al dueño del perro, de acuerdo con las tesis de don Ezequiel, cuando se le trinque maltratando al can. Yo me apunto a eso, aunque sea una pura metáfora la cosa. Hemos vivido aquí tristes episodios de maltrato animal, parece que felizmente resueltos por la policía: las peleas de perros, el cautiverio de seres inocentes para entrenar a los más fieros y su sacrificio final. Los responsables de esta matanza no deberían salir de la cárcel en años. Es preciso endurecer las penas en el Código Penal para los que abusan de seres inocentes y cariñosos como son los animales domésticos. Ni siquiera las fieras salvajes merecen la cautividad de los zoos, por mucho que los responsables de estos parques digan que los animales viven mejor en ellos que en la selva. Eso es mentira. Ninguna criatura merece que la saquen a la fuerza de su medio natural. Y mucho menos para engordar los bolsillos de sus captores y de sus exhibidores.

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