Políticos en las redes

En su vigesimosexta refundación, los nacionalistas han descubierto la importancia de las redes sociales pese a que hasta ahora creían que el féisbuk, por poner un ejemplo, es lo mismo que el Google Calendar, donde se copia la agenda y se añade una foto

En su vigesimosexta refundación, los nacionalistas han descubierto la importancia de las redes sociales pese a que hasta ahora creían que el féisbuk, por poner un ejemplo, es lo mismo que el Google Calendar, donde se copia la agenda y se añade una foto. Y no es eso. Para fotos oficiales, noticias oficiales y declaraciones políticamente muy correctas ya están las webs de los organismos públicos y algunos medios de comunicación. La comunicación digital es otra cosa.

La gente quiere conocer al político -lo haya votado o no- más allá de la pose oficial, la chaqueta y la corbata. A mí no me ha molestado publicar un pequeño vídeo en el que se me ve bailando con una vecina, aunque es cierto que no soy Fred Astaire, la verdad. La cercanía a la gente que tanto persiguen algunos nacionalistas es patearse la calle casi todos los días, jugar al trompo con un joven que te reta en plena calle Herradores o probar -sin éxito- a pedalear en un monociclo, esa bicicleta de una sola rueda con la que casi me abro la cabeza.

Durante años, la gente se animó a participar en un concurso de bizcochones en mi féisbuk en busca del premio: un billete de la lotería de Navidad que, dicho sea de paso, nunca salió premiado; y fue un éxito el vídeo en el que explicaba una tradición que mantengo todos los años: encender las mariposas de luz para recordar a los difuntos cuando llega la fecha.

Para ser cercano hay que aguantar también los chaparrones. Y a los trolls, que ya son como de la familia. Según una amiga mía, el que no tiene al menos dos trolls para mortificar al adversario no es nadie en la Red. Claro que también, según ella, debo abandonar el guasap y pasarme al Telegram porque es más seguro. Cuando le dije que hace unas semanas se publicó que nos pueden hasta grabar las conversaciones cuando estamos delante del televisor y este está aparentemente apagado, me respondió que eso son boberías: cuando apago el televisor no me pongo a hablar, me voy a la cama, me espetó. A nadie le gusta que el ejército de trolls vaya a por él, pero reconozco que echo en falta que sean más originales.

Los de mi propio partido no tienen ocurrencia mejor que ponerse de alias pabloiglesias o izquierdistaverdadero, y los de otros no derrochan más imaginación. La crítica inteligente brilla por su ausencia, quizás como un reflejo de la mediocridad de la clase política que nos gobierna. Se recurre a la descalificación gratuita, cuando no al insulto, algo, por cierto, que los habituales de las redes encajan muy mal; esto es féisbuk, no Sálvame.

No se trata, en definitiva, de utilizar las redes como un escaparate o una pasarela en las que los políticos están arriba y el público embobado aplaude desde un escalón más abajo. Hay que sentarse abajo con ellos y criticar o alabar lo que pasa delante de nuestros ojos; compartir las publicaciones de otros, bajar a El Batán a comerse una ropa vieja o mantener una conversación animada con vecinos al resguardo de los paraguas cuando cae una lluvia torrencial. Hay que mojarse, señores. Y no solo ser político, también persona.

*Cabeza de lista del PSOE de La Laguna y concejal

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