Religión, política y sexo

Se nos decía tradicionalmente que en reuniones privadas no habláramos de “religión, política o sexo”, porque al final acabaríamos peleados

Se nos decía tradicionalmente que en reuniones privadas no habláramos de “religión, política o sexo”, porque al final acabaríamos peleados. Al trasladar esta cuestión al mundo público, el conflicto se eleva. Refleja en ambos casos la inmadurez de una sociedad incapaz de diferenciar la funcionalidad de cada esfera y de tolerar su ejercicio entre visiones diferentes. Se tiende a construir las identidades por negación del otro. Se defiende sin convicción lo propio, que aparece cuando se ataca lo contrario. Se superponen con ello las esferas públicas y privadas, donde el Estado va invadiendo los ámbitos privados, no solo con sus progresivos excesos fiscales, sino que al tiempo se invaden las categorías del título. Muchos entienden, en esta inflación de lo público, que solo ello concede legitimidad a los actos. Cuando es obvio que la sociedad civil es previa a la pública y esta parasita a la primera.

Con ello se produce además en el mercado político una inflación de promesas que crean expectativas imposibles de cumplir, lastradas por una fiscalidad excesiva, donde sus beneficiarios siempre quieren más, en un marco en que las instituciones no están acostumbradas a vivir en la escasez. Algunos ejemplos de libro. Los derivados de los sesgados desarrollos de la Ley de Memoria Histórica (política), La Ley de Igualdad de Género (sexo) y la reciente propuesta de suprimir el pase de la misa por la televisión (religión). No dejan de tener las dos leyes en su floresta un núcleo de buenas intenciones, si no fuera porque intenta la primera reescribir la historia sosteniendo una lectura no correspondida por la realidad, reabriendo al tiempo con múltiples derivadas problemas ya superados. Al igual que la Ley del Género, que plegada al adanismo, rompe los principios constitucionales de igualdad de género y presunción de inocencia. El conflicto televisivo de la misa es fácil resolverlo con solo cambiar de canal entre las decenas existentes, si se está dispuesto, claro, a pasearse por los programas basura y anuncios, que son igualmente legales.
Aprovechamos la tríada del título para analizar cuatro modelos de sociedades de hoy. En las sociedades protestantes del norte de Europa y Estados Unidos, la religión procede del luteranismo.

Que apareció predicando “peca mucho y cree más”, separando con ello empresa y religión. Hoy conforman los países económica y socialmente más avanzados. Las sociedades católicas del sur de Europa no han acabado de asimilar los tres conceptos, cada uno en su campo público o privado. En ellos los populismos son de izquierdas, mientras que en las sociedades protestantes son de derechas. La sociedad española de la Transición mejoró la tríada, que ha venido a ser atrasada de nuevo con las leyes referidas. En la sociedad japonesa de alto desarrollo es el sintoísmo, su religión, quien transporta no solo los valores civiles, sino la propia educación. Donde ambos sexos están obligados en la escuela a asumir los valores del grupo e incluso limpiar y fregar el centro.

Ese es el milagro japonés, donde solo el tercio de su PIB es público, como en EE. UU. En los países del islam, es complicado que progresen, al tener los campos públicos y privados de la religión, la política y el sexo totalmente mezclados. No son homologables en las democracias occidentales. Como tampoco son integrables en nuestras sociedades civiles. También por eso nos atacan, como hemos visto estos días en Londres.

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