Respetar al otro

Puede ser que lo que haga no me guste o que lo que dice lo considere errado; eso nunca me puede darme ocasión para faltar al respeto al otro

Puede ser que lo que haga no me guste o que lo que dice lo considere errado; eso nunca me puede darme ocasión para faltar al respeto al otro. Puede ser que sus principios o sus creencias las considere inadecuadas, pero faltar al respeto a la persona será siempre la siembra de violencias que fructificarán, tarde o temprano, en rechazos absolutos. La persona merece siempre, y bajo cualquier condición, respeto, acogida y promoción. No así sus opiniones, sus concepciones, sus ideas, sus acciones. Pero eso no es la persona, sino las opiniones y las acciones de la persona. Este es el fundamento de la sana tolerancia. Distinguir entre la mentira y la persona que miente, entre el delito y la persona que delinque. El rechazo al pecado no nos puede arrastrar al rechazo del pecador.

Ahora bien, no me pidas que respete tus opiniones como si éstas fueran tu persona. Las opiniones deben estar en la mesa del debate racional. Deben presentarse con los avales de la capacidad deliberativa que tenemos los seres humanos. No todas las opiniones merecen el respeto que toda persona merece. Cualquier postura, criterio o acción que menoscabe la integridad de un ser humano, anule sus derechos fundamentales, imposibilite su desarrollo, puede exigirme que sea una postura respetable. Incluso hay acciones intolerables, frases intolerables, posturas intolerables, decisiones y actividades intolerables. Y por decirlo, y por actuar en consecuencia, no puede ser calificado uno como «intolerante».

No creo que necesite abundar en más comentarios al respecto para que la opinión expuesta sea comprendida por quienes lo quieran comprender. Son pequeñas certezas que garantizan la convivencia social en libertad y cimentan una pluralidad rica y fecunda.

Últimamente se escucha con frecuencia afirmaciones públicas fácilmente traducibles por la afirmación de «toda postura debe ser tolerada en una sociedad democrática». Yo considero que lo que es imprescindiblemente tolerable es «toda persona», motivo por el que, a pesar de existir la privación de libertad como pena, no se elimina a la persona con pena capital. El respeto merecido por ser persona. Pero no todo lo que hacemos, por el hecho de hacerlo conscientes y libremente, merece respeto y la tolerancia de la sociedad.

Permítanme un cuento:
Un paragua le dijo a la lluvia: «Eres intolerable». La lluvia, con aplomo y abundancia le respondió: «No seas intolerante». Pasada aquella mañana lluviosa, Juan dejó colgado el paragua y salió a la calle. Desde la soledad gritó el paragua a la lluvia inexistente: «Eres intolerable». Y pensó para sí, con tono meditativo: «Tal vez soy yo el intolerante».

@juanpedrorivero

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