El último periodista bohemio

Estoy leyendo un libro espléndido, que vi anunciado en el boletín digital de la Asociación de la Prensa de Madrid, a la que pertenezco desde hace años

Estoy leyendo un libro espléndido, que vi anunciado en el boletín digital de la Asociación de la Prensa de Madrid, a la que pertenezco desde hace años. Se trata de Cronistas bohemios. La rebeldía de la Gente Nueva (Taurus), del que es autor Miguel Ángel del Arco. Habla de cinco periodistas bohemios extraordinarios, de finales del XIX y principios del XX, que injustamente no pasaron a la historia. El libro lo llevo por más de la mitad, así que dejaré su glosa -porque tiene que ser glosa- para otro día. Pero, en su exposición espléndida de la Prensa y de los periodistas de varias épocas, cita Del Arco a Umbral, “para algunos el último periodista bohemio”. Y hay una frase de Umbral, genial, que yo no recuerdo haber leído. Dice: “El periodismo, pues, nace como género literario -siempre lo ha sido-, mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto”.

Estoy completamente de acuerdo; y cita otra definición de Manuel Vicent: “El periodista es ese tipo que escribe a toda velocidad de cosas que generalmente ignora y lo hace de noche, la mayoría de las veces cansado o borracho, y que no teniendo talento para ser escritor ni coraje para ser policía, se queda sólo en un chismoso o en un simple confidente”. Conozco a un deleznable confidente policial que todavía actúa en Tenerife, que nunca fue periodista sino cronista, muy pesado, y que es un ser con una terrible lucha interior entre la maldad y la hijoputez. No doy el nombre porque me denuncia y gana, pero si ustedes hacen un pequeño esfuerzo, lo sacan. Y estoy de acuerdo con la genial definición de Umbral -menos con la de Vicent, que se acerca más al periodismo del XIX y principios del XX que al actual-. Con mucha menos categoría el actual.

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