Walcott

Es el resultado de una extraña mezcla; para el mundo y para el tiempo que lo vio nacer (1930)

Es el resultado de una extraña mezcla; para el mundo y para el tiempo que lo vio nacer (1930). Una madre negra (sus abuelos fueron esclavos) y un padre blanco, inglés, acuarelista, bohemio que allí llegó por la plenitud, la lejanía, lo primitivo y que desapareció cuando él y su hermano gemelo eran unos niños. Una profesora de arte y entusiasta de la poesía, la progenitora que le leyó a sus hijitos los versos más exultantes del planeta en lengua inglesa. Por esa vía prosperó Derek Walcott, que murió el pasado 17 de marzo a los 87 años tras una larga enfermedad.

Los ajustes de su genio parten de esa insólita complejidad. Si la madre le hizo fijar la vista mestiza en los poemas, su padre le dio a entender cómo se mueven las manos con los pinceles. El universo se desbrozó para él en esa fractura intratable, pintar: la palabra en su extremo más radical y las imágenes en espacios cerrados. La alternativa apunta a dos límites inconciliables: la imaginación (palabra escrita para invocar, para hacer vivir por la lectura) y la representación directa, sensorial. ¿Qué más? Si el mundo se vive y tiene argumento, se dijo Walcott, como se dijo Hamlet al final de su vida, se puede escenificar. Eso ocurrió tras su salida a principios de los 50 a Trinidad y fundó el duradero Taller de Teatro de Trinidad. Sus obras comenzaron a representarse. De la escritura íntima a la exhibición, a doblar la existencia en aclamación de los espectadores.

Su llegada al mundo lo fue en la ciudad de Castries, en la excolonia británica de Santa Lucía, una de las Islas de Barlovento, en las Antillas Menores. Distancia y eso que don Miguel de Unamuno llamó a-isla-miento. Su carácter y el fundamento de su obra. ¿Qué más? El acomodo de la vitalidad. Contó con tres mujeres en su vida. En el año 1981 fue acusado de acoso sexual a una estudiante de la Harvard University; en 1996 ocurrió lo mismo en Boston. Acabó su tarea norteamericana de profesor con la proclama de su personalidad, el traslado en pasión sin “delito”, como ideó J. M. Coetzee en su excepcional Desgracia.

El destino lo tocó por la facundia lírica: Islas, Omeros… Premio Nobel en 1992 y T. S. Eliot en 2011. Es en uno de los más grandes poetas ingleses de toda la historia.

Eso es Walcott, el hombre que escribió “Y al filo de la lluvia, una vela./ Lentamente la vela perderá de vista las islas;/ la creencia en los puertos de toda una raza/ se perderá entre la niebla”.

TE PUEDE INTERESAR