Un año de la mayor tragedia de Los Cristianos

A las 9.31 horas se recordará, con un minuto de silencio, el primer aniversario del colapso del inmueble Julián José en la calle Amalia Alayón que dejó sepultadas a siete personas
Foto ANDRÉS GUTIÉRREZ

El pueblo de Los Cristianos rendirá tributo esta mañana, justo a las 09.31 horas, con un minuto de silencio, a las siete víctimas que dejó la mayor tragedia que se haya conocido en el pueblo marinero hoy enclave turístico por excelencia de Arona y de Tenerife.

Hace un año, un jueves -gracias a Dios no de Semana Santa porque la tragedia hubiera sido mayor- a las 9:31 de la mañana, el edificio Julián José, en el número 12 de la calle Amalia Alayón se colapsó y sepultó la vida de siete personas que se encontraban en esos momentos en su interior y cuyos cuerpos que fueron rescatados después de tres días de laborioso trabajo de bomberos, policías y la UME, con la fundamental ayuda de las unidades caninas.

Será un tributo sencillo, sin discursos, en el que se depositarán flores en muro levantado con la palabra Memoria en varios idiomas, para recordar el luto que aquel día silenció a Los Cristianos. Mientras, el Ayuntamiento de Arona ya prepara el expediente para otorgar la medalla de oro del municipio a todos los colectivos de seguridad que se esmeraron durante aquellos días en rescatar a las víctimas, tristemente todas ellas fallecidas, aunque esa misma mañana dos personas resultaron heridas con distinta consideración y fueron trasladadas a centros hospitalarios, y otra sufrió un ataque de ansiedad al saber que su marido se encontraba en el interior del edificio.

El inmueble, de cuatro plantas y un ático, con 24 apartamentos, más tres locales en los bajos y un amplio supermercado que regentaba un matrimonio chino en el sótano, construido en 1972, se desplomó como un castillo de naipes por causas aún pendientes de esclarecer por la justicia, acabando con la vida de siete personas de las 28 que residían en él, cuyas tres cuartas partes se desplomó en un minuto.

Apenas media hora después del suceso, unos 200 efectivos de cuerpos de seguridad y emergencia ya trabajaban en la zona, que fue acordonada desde el lugar de los hechos hasta el Centro Cultural de Los Cristianos, sede del mando de operaciones que comandó el Ayuntamiento de Arona, con la colaboración del Cabildo y Gobierno de Canarias. Aún con el susto en el cuerpo, muchos vecinos de los aledaños del edificio siniestrado comentaban que “se oyó una fuerte explosión, como si hubieran tirado un camión de vidrio en un contenedor, y todo se quedó inundado de polvo en segundos”.

Javier Velázquez, que se estaba levantando de la cama, a escasos siete metros del suceso, relató que oyó “un primer derrumbe” y cuando quiso salir al balcón “sucedió otro, con un gran estruendo, como si se hubiera caído el mundo encima”, si bien descartó que se tratara de una explosión. Mientras tanto, hacia la playa caminaban turistas y jubilados, como si la cosa no fuera con ellos. Todos ya pensaban lo peor.

Ese fatídico jueves 14 de abril, el alcalde de Arona, José Julián Mena, junto al presidente del Cabildo, Carlos Alonso, comparecieron en dos ocasiones en rueda de prensa y en todo momento indicó que por encima de cualquier cosa está “la seguridad de las personas”, sin querer entrar a valorar las causas del siniestro.

El Ayuntamiento terminó por realojar en hoteles y casas de familiares a 89 personas que residían en cuatro edificios colindantes (Bruno, Chicharro, Linares y Porlamar), así como a los familiares de las víctimas venidas de fuera de la Isla, aunque algunos prefirieron permanecer en el Centro Cultural de Los Cristianos, junto al equipo de psicólogos y personas con el rostro desencajado ansiosas por conocer el paradero de algún familiar que moraba en el edificio siniestrado.

Tres largos días

Las primeras informaciones hablaban el día 14 de 10 personas de los 28 inquilinos que podrían estar sepultadas por el derrumbe, aunque a lo largo del día se determinó que eran siete las afectadas, con la certeza de que a la hora del siniestro se encontraban en el interior del inmueble.
La aparición del primer cadáver no se confirmó hasta bien entrada la tarde del jueves, otros tres aparecieron durante el viernes y, finalmente, los tres últimos se rescataron el sábado. El último cadáver fue el del finlandés Markku Tapinnen. Se cerraba así el balance de siete muertes y dos heridos, una inquilina del ático que sufrió la perforación de un pulmón y un italiano propietario de una tienda de Compro Oro en los bajos del edificio, que resultó herido leve al quedarse colgado del hueco del ascensor. Hoy, muy cerca de allí, en la misma calle Amalia Alayón, ha vuelto a reabrir su tienda.

Aun con la aparición del séptimo cadáver, y pese a que no había datos de ningún desaparecido más, el operativo de seguridad siguió trabajando hasta el domingo, con paciencia y sigilo, para confirmar que entre el amasijo de hormigón y hierro no se encontraba ningún cuerpo, mientras que otros operarios seguían apuntalando el cuarto de edificio que quedó en pie para desescombrar sin riesgo, hasta que casi tres meses después se terminó de tirar.

Los propietarios ya tienen decidido levantar en breve un nuevo edificio

“Queremos levantar otro edificio con las mismas plantas y salones comerciales, uno de ellos mi floristería desaparecida”,  manifiesta Ánima Marrero, de 73 años, que hasta hace justo un año llevaba viviendo 40 años en el edificio Julián José. Marrero confirma que ya hay acuerdo entre los 24 propietarios para construir un edificio similar, aunque en esta ocasión con dos áticos, y solo se está pendiente del dictamen judicial para “hacer efectivo el seguro de la comunidad”.

Tres españoles, dos italianos, un finlandés y una marroquí, las víctimas

El Instituto de Medicina Legal no confirmó oficialmente hasta una semana después del trágico suceso la identidad de las siete personas fallecidas en el derrumbe del edificio número 12 de la calle Amalia Alayón de Los Cristianos.

Las últimas tres personas en identificar fueron Graziella Fagnoli, de 77 años, de nacionalidad italiana; Alessandro Locatelli, de 41 años, también italiano, y Markku Tapinnen, un finlandés de 72 años. Las otras cuatro personas fallecidas fueron Mariflor González González, de 71 años, procedente de Avilés (Asturias); Antonio Jesús García Beltrán, de 55 años, vecino de Los Cristianos; Noemí Ruíz Rodríguez, de 29 años, residente en Los Cristianos; y Hanan Mrabet, de 41 años, de nacionalidad marroquí, que dejó dos hijos a quien minutos antes había dejado en el colegio.

Los familiares de los italianos optaron por la cremación y llevar las cenizas a su país de origen, mientras que el marido de la víctima marroquí trasladó el cuerpo de su esposa a Marruecos. La embajada de Finlandia se encargó del traslado a su país de Markku Tapinnen, que pasaba seis meses cada año en Los Cristianos.

La asturiana Mariflor González, la primera víctima recuperada de los escombros, recibió sepultura en su comunidad autónoma tres días después del suceso, al igual que el vecino de Los Cristianos, Antonio Jesús García, subdirector de hotel, que congregó a miles de personas en la iglesia del Carmen de Los Cristianos, a escasos metros del edificio que le sepultó. La coruñesa Noemí Ruíz, trabajadora de Mercadona, dejó un hijo y un novio con el que acababa de comprometerse.

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