Cuando el asesino es conquistador de estas islas

La anexión de Canarias a la Corona de Castilla está trufada de violentos crímenes cometidos entre los hombres de fortuna que la llevaron a cabo en la disputa por quedarse el mejor botín
El gomero Hautacuperche. DA
El gomero Hautacuperche. DA

Poca información se guarda sobre unos asesinatos que, por lo general, quedaron sin castigo, a tal punto que lo habitual es que las principales consecuencias fueron beneficiosas para los asesinos, pero no es de extrañar tanta impunidad en unos tiempos donde la violencia de los hechos consumados predominaban sobre la Ley.

Porque, entre los crímenes que conmovieron a Canarias, este episodio recuerda los acaecidos en los tiempos de la anexión del Archipiélago a la Corona de Castilla, cuando los intereses de aquellos hombres de fortuna que guerrearon por ella solventaron más de una cuita cercenando la vida de su rival a la hora de obtener el botín propio de la conquista.

Especial interés, por la trascendencia histórica y simbolismo que encierra, fue el cometido por el entonces Señor de La Gomera, Hernán Peraza, cuya víctima fue, nada menos, uno de los conquistadores de Gran Canaria y fundador de su capital, Juan Rejón, y que tuvo lugar en una playa del hoy término municipal de Hermigua allá por 1481, probablemente en los meses de verano.

Antes del relato específico sobre ese crimen, bueno será recordar el escenario que rodea al mismo, lo que a su vez nos lleva a otro similar en el que la víctima de Hermigua fue verdugo.

En la Historia

Tres años antes de encontrar la muerte, Juan Rejón entró para siempre en los libros de Historia cuando, el 24 de junio de 1478, desembarcó en La Isleta al frente de una expedición que comandaba junto al deán Bermúdez. Tal acontecimiento se considera el inicio de la conquista de Gran Canaria, culminada un lustro después.

Sin embargo, Rejón fue apartado al poco de esta misión al ser relevado por Pedro Fernández de Algaba, pero el relevo no resultó, precisamente, pacífico. Hasta en dos ocasiones Fernández de Algaba a Rejón envió a la Península preso, pero las dos veces logró retornar, para finalmente tender una celada a sus rivales de la que resultaría degollado Fernández de Algaba y deportado Bermúdez. Con el sentido práctico que requerían aquellos tiempos, los Reyes Católicos optaron por resolver el conflicto otorgando el control de Gran Canaria a Pedro de Vera y compensando a Rejón con los derechos para la conquista de La Palma y Tenerife, cuyos aborígenes aún resistían el empuje de aquellos extranjeros.

Es precisamente camino de La Palma cuando Rejón, que navega al mando de 300 hombres en cuatro navíos, se ve sorprendido por un temporal y opta por arribar en la playa en cuestión, desembarcando en la misma junto a su esposa (Elvira de Sotomayor), sus dos hijos y un puñado de soldados.

Las crónicas

Cuenta fray Juan de Abreu Galindo que, a pesar que distaba mucho para considerar todo el territorio de La Gomera controlado, el recibimiento de los aborígenes fue cordial: “Juan Rejón yendo su viaje a La Palma, con temporal al navío en que iba arribó a La Gomera y tomó tierra en el Valle de Hermigua, desembarcó con su mujer, sus dos hijos y ocho hombres para que se desalmadiesen y tomasen algún refresco y descanso del trabajo de la mar, que los que navegaban suelen recibir. Como los gomeros entendieron quién era, trajéronle el refresco que pudieron”. Sin embargo, las relaciones entre Rejón y Hernán Peraza, gobernante de la Isla y antiguo compañero en las primeras batallas por Gran Canaria, eran pésimas, y a buen seguro que este creyó que las tropas venían a tomar La Gomera, en vez de seguir rumbo a La Palma, como era realmente.

En palabras del historiador lagunero del siglo XVIII Juan Núñez de la Peña, “llegados a donde Juan Rejón estaba, y diciéndole que viniese con ellos a donde Hernán Peraza estaba, él lo rehusó y sobre esto vinieron a las armas, púsose en defensa, y luego allí fue muerto”, en hechos sobre los que el coetáneo Pedro Gómez Escudero escribió que Rejón “vio aproximarse a los sicarios de Peraza armados, les preguntó que donde iban, y como dijeron que a prenderle, se defendió de ellos”. Lo cierto es que allí terminó sus días Rejón, al que asesinaron en presencia de su esposa e hijos. El evidente instigador del crimen, Hernán Peraza, negó haber ordenado el mismo y llegó a disculparse en persona ante la familia de su ya difunto enemigo, asegurando que la orden dada a sus esbirros era acompañar a Rejón hasta su presencia.

En principio, a Peraza le cundió tal vileza. Volvió a participar en la conquista de Gran Canaria, ya en sus estertores, extendió su dominio a El Hierro por un regalo materno y aplastó sin miramientos una rebelión de los gomeros.

Pero tanta violencia solo genera más violencia y las andanzas de este aventurero tuvieron, también, violento final, por cuanto Peraza acabó siendo ajusticiado en 1488 a manos de un guerrero de La Gomera llamado Hautacuperche en la que se conoció como la rebelión de los gomeros, indignados por la relación sentimental surgida entre Peraza y la noble aborigen Iballa.

TE PUEDE INTERESAR