Los golfos

Hace años que sospechábamos que en determinados ámbitos de la Comunidad de Madrid, durante la etapa presidida por Esperanza Aguirre, algunos golfos se aprovechaban de sus cargos y sus puestos para hacer negocios personale

Hace años que sospechábamos que en determinados ámbitos de la Comunidad de Madrid, durante la etapa presidida por Esperanza Aguirre, algunos golfos se aprovechaban de sus cargos y sus puestos para hacer negocios personales. Ahí está quien fuera secretario general del PP madrileño, Francisco Granados, en la cárcel; y ahí está toda la vertiente madrileña de la trama Gürtel, junto con todo el descaro con el que gestionaron asuntos, desde Caja Madrid hasta el Canal de Isabel II.

Claro que no estoy acusando a la entonces presidenta de la Comunidad y hasta recientemente de los populares madrileños, Esperanza Aguirre, de haber inducido o cooperado directamente en las corruptelas o en los desmanes de todo tipo, que incluyeron ayudas a determinados comunicadores favorables. De lo que no sé, procuro no hablar. Pero he de recordar que Aguirre trató, enfrentándose a brazo partido con Rajoy, de situar a su número dos, Ignacio González, en la presidencia de la entonces muy rentable -para quienes la manejaban- Caja madrileña. Y que hizo oídos sordos a cuantos le sugerían -quien suscribe entre ellos- que el vicepresidente de la CAM y presidente de tantas cosas evidenciaba una conducta muy poco ejemplar. Ahora, justo un día después de que se hiciese público que Mariano Rajoy será llamado para testificar ante el tribunal del caso Gürtel, en una decisión judicial polémica y no unánime, salta la noticia, no por esperada menos explosiva, de que Ignacio González ha ingresado en prisión por algo que, salvada sea siempre la presunción de inocencia, todos sabían: que en el Canal de Isabel II hubo enriquecimientos ilícitos en la época en la que González presidió esta institución concebida para el bien público.

No me parece, la verdad, que puedan equipararse ambos hechos, el futuro testimonio de Rajoy y la prisión de González, contra lo que este miércoles sugerían malévolamente algunos comentaristas. Lo de González era un clamor, como lo ha sido la corrupción en una parte importante del PP madrileño, comenzando por las obras en negro de la sede. González tendrá que responder de muchas cosas y, desde luego, uno no quisiera estar en su pellejo: se creyó inmune e impune, como tantos otros incursos en la corrupción madrileña. Lo de Rajoy es diferente: lógicamente, tenía que ser llamado a declarar en la investigación del caso Gürtel. Porque es el más veterano de los políticos en el poder de todos aquellos que gestionaron algo en el PP en los años de la basura.
Claro que Rajoy tiene que saber mas que usted o yo de lo que pasó en aquellos años, independientemente de que quien suscribe exprese su condición personal en el sentido de que el presidente del Gobierno no es un personaje corrupto, y jamás se habría atrevido, porque no casa ni con sus modos ni con su carácter, a meterse un euro indebido en su bolsillo, ni antes una peseta. Eso no le exime de la obligación de testificar y contar lo que sepa de los tiempos de plomo. Y abona la conveniencia de esa comisión parlamentaria acordada en los pactos con Ciudadanos, que esperemos que más pronto que tarde se ponga en marcha, para dilucidar qué ocurrió con la financiación del PP y de algunos peperos jetas en la época comprendida entre 1982 y 2011.

Muchos ex secretarios generales, muchos miembros de las ejecutivas, muchos ex responsables regionales y locales han de pasar por esa comisión, como pasaron y están pasando por el tribunal de los casos Gürtel, Púnica y tantos otros. Pienso que, con todos los claroscuros, Rajoy no está siendo un mal presidente del Gobierno. Sería ahora malo para España debilitar su figura. Pero no hay peor manera de fragilizar a quien es uno de los primeros ministros más respetados de Europa que permitir que continúe envuelto en una nube de sospechas, dudas, rumores y difamaciones, en parte derivados de sus pésimas reacciones ante las acusaciones que han recibido él y su partido: por eso la comparecencia judicial y parlamentaria considero que es tan necesaria. Y, sobre todo, la figura de Mariano Rajoy nunca puede ni debe estar mezclada, simplemente por haber compartido militancia con ellos, con las de ciertos golfos. Salvada sea siempre, vuelvo a repetirlo por si las moscas, la presunción de inocencia.

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