Maduro acorrala a Venezuela

La marcha atrás del Gobierno de Nicolás Maduro a la sentencia que inhabilitaba a la Asamblea Nacional, motivada por la presión internacional, ha puesto de manifiesto, una vez más, que la justicia venezolana está en manos del poder ejecutivo. A través del Tribunal Supremo, Maduro ha articulado una oposición a la oposición, echando abajo las iniciativas parlamentarias, vaciando de contenido la Cámara, en una carrera continua hacia la descomposición del Estado de Derecho. Desde que venció la oposición en las urnas, ésta ha sido la estrategia del Gobierno, que se encargó de nombrar los nuevos jueces justo antes de dejar la presidencia de la Asamblea Diosdado Cabello. De nada han valido los intentos de diálogo del trío de expresidentes, entre ellos Zapatero, ni la mediación de una institución tan respetada por los venezolanos como la Iglesia. Antes bien, el chavismo ha ido radicalizándose, con movimientos como el nombramiento de vicepresidente de Tareck El Aissami. Un proceso que ha llevado al aislamiento internacional del Gobierno, que respira algo con la victoria electoral del sucesor de Correa en Ecuador, en medio de una grave crisis económica, con una población sumida en el hambre y la desesperación. La aplicación de Carta Democrática, que propone el presidente de la OEA, sancionaría también la violación de los derechos humanos, visualizada con la situación de los presos políticos, entre los que hay una canaria, Andrea González. Frustrado el revocatorio, Venezuela tiene una compleja salida de este callejón al que ha arrinconado Maduro al país.

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