Mejores que los peores, pero mejorables

A la categoría de justicia, de lo justo, se llega por reflexión, experiencia y razón. Solo de esta manera se está en condiciones de reconocer lo que es verdaderamente justo -así lo expresó, y bien explicado está, Platón-.

A la categoría de justicia, de lo justo, se llega por reflexión, experiencia y razón. Solo de esta manera se está en condiciones de reconocer lo que es verdaderamente justo -así lo expresó, y bien explicado está, Platón-. Siguiendo el manual de instrucciones que se nos propone, al listón de la justicia presupuestaria se puede acceder de igual manera. Reflexión. Experiencia. Razón. La reflexión ayuda a dimensionar adecuadamente las partidas anunciadas estos días a bombo, platillo, violines, zambombas, trompetas y trombones; de tal forma que, con los pies y las cifras en el suelo, cabe concluir que los presupuestos son mejores (que los peores) pero manifiestamente mejorables. La experiencia aconseja ir paso a paso y, sobre todo, desaconseja celebrar en exceso lo que no deja de ser un paso, bienvenido pero insuficiente porque la cacareada mejoría se fundamenta en la injusticia de la que se partía.

La razón, avalada por datos incontestables, recuerda que la inversión media nos sigue quedando lejos, o que en algunos capítulos estamos más cerca del suelo que del techo. Los presupuestos son mejores, pero no buenos; lo serán (buenos) cuando se financien debidamente las urgencias de los contribuyentes que por razones geográficas sobradamente descritas -insularidad, lejanía- más difícil lo tienen. Reflexión, experiencia y razón animan a concluir que estos presupuestos son menos injustos, pero no justos. Un paso, es cierto. Faltan otros. Tantos como sean imprescindibles para acercarnos al verdadero equilibrio, a un trato efectivamente apropiado, a una mayor racionalidad o a unas cuentas que mejoren los mejores precedentes. Se equivocan quienes negocian con los ministros si bendicen, aplauden o dan por bueno que estos presupuestos hacen justicia. Alcanzar la categoría o el calificativo de justos requiere un esfuerzo aun mayor por parte del Estado.

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