¿Mentir para casarme en la Iglesia?

Se casa en septiembre y antes de comenzar su cursillo prematrimonial me pregunta: “¿Tengo que mentir? ¿Tengo que decir que vivimos separados y que no hemos tenido relaciones prematrimoniales?”

Se casa en septiembre y antes de comenzar su cursillo prematrimonial me pregunta: “¿Tengo que mentir? ¿Tengo que decir que vivimos separados y que no hemos tenido relaciones prematrimoniales?”. Por supuesto, le sugerí que dijera la verdad si es que le preguntaban.

Esto, que pasó el viernes, me ha hecho pensar. Es tan cierto como doloroso que muchos, en su contacto con la Iglesia, consideran que por encima de otras actitudes van a ser juzgados. Más triste es que del otro lado hay quienes, con ocasión de ese acercamiento, aprovechan para jugar a jueces y tienen lista la hoguera donde quemar -verbalmente- al presunto disoluto.

No hay razones ni para una cosa ni para la otra. No es verdad, por ejemplo, que cuando alguien llega a una parroquia se le pida su DNI moral, se le someta a un tercer grado sobre sus creencias o sus asuntos de cama. Quizá en otros tiempos, pero hoy -en general- no es ése el talante de los párrocos y otros agentes de pastoral que atienden a los fieles. Si quiere usted saber lo que son bufidos, vaya a algunas ventanillas de la Administración, por decir algo.

Y también es falso que sea nuestro deber, el de sacerdotes y creyentes comprometidos, hurgar en el pasado, presente o planes de futuro de quienes ponen un pie en nuestro territorio. Y no por dejación de responsabilidades o por laxitud, sino porque nuestro estilo sólo puede ser el de Jesús: abrazar las buenas intenciones de los hombres; felicitarles por los acontecimientos de su vida; ponernos a su disposición para tocar, si nos dejan y como si fuera terreno sagrado, sus dolores o sus dudas o sus infidelidades; ofrecerles de parte del Señor un mañana mejor, cimentado en la cercanía de Dios y en su deseo de que nadie se sienta a gusto en la mediocridad.

Esto no es ponerse de parte de un relativismo moral en el que todo vale y que terminaría destruyendo lo verdaderamente humano. Tampoco es actuar por estrategia, para atraer a más gente al templo. Nada de eso: lo que está en juego es la lógica de la misericordia, que es la única imposición de Jesús a sus seguidores. Contra los prejuicios de bastantes y a pesar de que siempre habrá quien tenga una experiencia negativa, la Iglesia busca participar de la lógica de la cruz de Cristo, el madero en el que el autor de la vida respetó el curso de la Historia dándole tiempo a la Humanidad para que terminara de entender. Si Dios permitió a los hombres que se tomaran su tiempo para asimilar el misterio de su presencia, nadie en nombre de Dios puede imponer la fe o no respetar el ritmo de crecimiento de los otros.

Estamos construyendo un día, siempre estará en construcción, en el que la Iglesia aparece como el lugar preferido de aquellos que buscan la verdad y su propia verdad, donde hallan refugio quienes anhelan compañía para sanear sus adentros. Allí donde conviven lo bueno y lo malo, lo moral y lo inmoral, es justo ahí donde comienza la aventura del encuentro con Dios. “Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío”, promete Dios.Lo demás, postureo.

Por eso, no. Yeray, no tienes que mentir sobre tu vida ahora que vas a casarte. Pero recuerda: Dios conoce tus adentros y te ayudará a no conformarte con lo que eres, porque siempre puedes ser mucho más.

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