Nico nunca habla de oídas

Nunca le ha gustado saber de oídas. Siempre le resultó insuficiente contar la realidad cómodamente sentado en el patio de butacas

Nunca le ha gustado saber de oídas. Siempre le resultó insuficiente contar la realidad cómodamente sentado en el patio de butacas. No concibe construir un relato sin sumergirse en los amaneceres que las cifras esconden, sin bucear respetuosamente en los atardeceres, ilusiones, lágrimas, sueños, pesadillas, recuerdos y expectativas que se mueven bajo la piel de quienes protagonizan la actualidad que quiere explicarnos. Concibe el periodismo como el oficio de la gente que cuenta a la gente lo que le pasa a la gente, sin alardes, tan ambicioso en la construcción de las informaciones como humilde en el papel que le toca. No cabe encasillarlo en la vieja o nueva escuela del periodismo; lo suyo es buen periodismo. Tantos kilómetros ha acumulado para mirar a los ojos de la migración, tantas horas ha dedicado a escuchar sus voces, que ha ido reuniendo tantos pedazos de actualidad como hacen falta para armar relatos que convierte en libros. Las arbitrariedades, las injusticias y los temblores que sacuden los días de aquellos que buscan una oportunidad dificultan la labor de quienes, como él, tienen por oficio iluminar lo que a veces se prefiere a oscuras. Cuando a Nicolás Castellano la habitación del periodismo se le queda pequeña se lanza a escribir libros como Me llamo Adou, y cuenta una historia (la del niño de la maleta) que acerca a millones de historias, de migraciones, de maletas, de vallas. Conocí a Nico hace no sé ya cuántos años, y desde el primer momento supe que estaba ante uno de los mejores periodistas de esta generación. Encima es un tipo excelente, tan buena persona que va a disculparme (no tengo perdón, lo sé) que hoy no pueda estar en una cita que recomiendo muchísimo. Nico presenta su libro esta tarde en el Espacio Cultural CajaCanarias, a las ocho. Merece la pena acercarse para escuchar a un periodista que no habla de oídas.

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