Patria

El reciente libro de Fernando Aramburu, Patria, es ahora el libro de ficción más vendido; lleva 30 semanas en primera posición.

El reciente libro de Fernando Aramburu, Patria, es ahora el libro de ficción más vendido; lleva 30 semanas en primera posición. Lo leí de un tirón y la lectura que hago viene ligada a la construcción literaria de Aramburu, que sostiene la trama en la relación de dos familias vecinas y amigas, que acaban destruidas en el País Vasco en el vórtice del nacionalismo. La tesis del libro de Aramburu está en que el arrepentimiento y el perdón fuera de la esfera íntima no valen para nada. El drama de los nacionalismos está en que no diferencian entre las esferas públicas y las privadas, invaden la intimidad enfrentando amistad, relaciones familiares, economías personales y lealtades. Mientras unos mueven el árbol y otros recogen las nueces, la sociedad civil mira para otro lado.

Maite Pagaza, ahora refugiada en el Parlamento Europeo y víctima de ETA, denuncia el “efecto perverso de la estrategia del miedo” sobre la sociedad vasca. Incluso, los nacionalismos que no matan en primer plano, pretenden aprovechar el miedo para doblegar las bases de una sociedad democrática. No debe extrañarnos por ello las dificultades que atraviesa la construcción europea, atrapada en los conflictos de la globalización, de la socialdemocracia insostenible y los nacionalismos populistas. Cuando la sociedad global va por otras vías, con el comercio e internet. Hemos entrado en una nueva era, donde los viejos Estado-nación tendrán que adaptarse para sobrevivir.

En la nueva era de la información y el conocimiento, es necesario y posible atender al carácter simbólico del hombre, en plena Semana Santa tiempo de encuentro y reflexión religiosa, se nos hace obligado. La tradicional tríada de Dios, Patria y Rey se reconfigura en los nuevos tiempos mediante los referentes de Valores, Estado y Gobierno, 60 años después de los pactos de la transición, que hicieron posible la Constitución española, que algunos pretenden obviar. En estos días asistimos en toda España a la representación pública de las procesiones de Semana Santa. Por tradición secular las mismas vienen revestidas de una elevada carga simbólica e icónica, pudiendo con ello parecer excesivas para quienes entienden la religión como acto privado y por ello se creen revestidos de capacidad para limitarlos públicamente. Con ello estarían en la ya conocida deriva expansionista de los poderes públicos, de pretender limitar expresiones religiosas que al tiempo son simbólicas, tradicionales y sociológicas, perfectamente asumidas por la sociedad civil de soporte. Desde las tesis agnóstico cristianas que venimos defendiendo desde esta columna, tales expresiones deben ser respetadas.

Más conflictivas resultan ser las sistemáticas invasiones actuales de lo privado por parte de lo público, que no sólo se extienden al campo de la religión aquí comentado, sino a la economía, a las políticas de género, etc., con unos crecientes costes fiscales y limitaciones al ejercicio de libertad de empresa, que nos alejan de la sociedad abierta que defendemos, para hacer Patria.

TE PUEDE INTERESAR