En principio

Desde su fundación, el PSOE nunca fue un partido socialdemócrata al modo del partido alemán o del laborista británico

Desde su fundación, el PSOE nunca fue un partido socialdemócrata al modo del partido alemán o del laborista británico. En otras palabras, un partido de centro izquierda moderada, cuyas raíces ideológicas parten de Eduard Bernstein y la Sociedad Fabiana, junto a un rechazo absoluto del materialismo histórico y de todo el marxismo, en general. Nada más lejos de la realidad. Hasta el Congreso Extraordinario de 1979, el PSOE se autodefinía estatutariamente como marxista, lo que hacía sencillamente imposible calificarlo de socialdemócrata. Siempre fue un partido socialista revolucionario, cuyas reuniones incluían el saludo puño en alto y el canto de La Internacional. Su cultura, y la de sus militantes y votantes, era la propia del socialismo revolucionario, como demostró en la última guerra civil. Ahora bien, todo lo anterior no impedía que cohabitaran en el seno del partido un sector radical y uno moderado, un sector bolchevique y uno menchevique, un sector de Largo Caballero y uno de Indalecio Prieto, para entendernos.

Esta división ha pervivido hasta nuestros días, y un numeroso sector radical nunca ha aceptado de verdad el abandono del marxismo y la senda de la moderación. La consecuencia ha sido el actual confusionismo ideológico y la indefinición táctica y estratégica del partido, que se siguen manifestando en todas sus actuaciones, con un discurso y un relato diferentes en cada territorio. En definitiva, la consecuencia ha sido la gravísima crisis actual, que amenaza con dejar a los socialistas a los pies de Podemos y de los independentistas, repitiendo la hazaña de Izquierda Unida. El PSOE está dividido en dos grupos enfrentados, que ahora son irreconciliables, y, por si fuera poco, su partido catalán aliado ha abandonado -parece que definitivamente- la disciplina común.

El problema consiste, como decimos, en que la renuncia al marxismo nunca ha sido plenamente asumida por sectores importantes de militantes y votantes socialistas. Hay socialdemócratas en el partido, pero el partido no es socialdemócrata. Ni siquiera existe una corriente socialdemócrata organizada al modo de Izquierda Socialista. Muchos jóvenes -y no tan jóvenes- militantes y votantes socialistas se sienten afines a Podemos, no lo consideran un peligro para su supervivencia y acusan al partido de derechización. Y ni conocen ni les interesa la historia de España y la del partido.

En las actuales -y crispadas- elecciones primarias para la Secretaría General los dos sectores están representados por Pedro Sánchez y Susana Díaz, que, a la vista del número de avales presentados
-y picaresca en su recogida aparte- parece que puede ser la probable vencedora. Pero la victoria de cualquiera de los dos, con permiso de Patxi López, producirá una casi insalvable fractura interna. Los dos candidatos aseguran que su triunfo será el principio de una nueva era en el partido. El peligro es que sea el principio del fin.

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