Humor, cosa seria

Le han concedido al grupo argentino Les Luthiers el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2017

Le han concedido al grupo argentino Les Luthiers el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2017. A saber lo que reirán con el galardón. Y aunque el protocolo sea estricto y esas cosas, igual obsequian con un show de ocurrencias en la gala de la entrega. No estará Daniel Rabinovich, por cierto, tristemente fallecido hace dos años, pero todos se acordarán de él, seguro. Y lo disfrutará en la gloria que también contribuyó a forjar. “Uno de los principales comunicadores de la cultura iberoamericana desde la creación artística y el humor”, destacó el jurado presidido por Víctor García de la Concha, quien hace una certera definición: “Un espejo crítico y un referente de libertad en la sociedad contemporánea”.

En efecto, el título de aquella sección de un periódico deportivo catalán ya desaparecido, El humor es cosa seria, original de Ricardo Pastor, es válido para entender el espectáculo de Les Luthiers, el quinteto argentino que nunca defrauda. Han hecho del género, su causa; de la ironía, su bandera; de la diversión cantada y representada, su meta. Como que ellos mismos han bautizado inteligente su humor, su propia creación.

Hemos seguido su espectáculo en varias ocasiones, una de ellas junto al malogrado Juan José Acosta de León en el curso de una jornada de reflexión, víspera de elecciones. Lo que recordamos de la última, en Las Palmas, permite decir que Les Luthiers hacen algo más que entretener. Desde el primer minuto hasta el bis de clausura. No hay oropeles en el montaje. Cada quien en su esmoquin, cada quien en su papel, curtido y renovado en cientos de presentaciones. Voces de veteranos, gestos sublimes de actores. El humor es cosa seria, como también se puede acreditar con el empleo de esos peculiares instrumentos que son consustanciales a las actuaciones del grupo al que los años no pesan, por cierto.
Es humor cantado, teatralizado. Un humor cáustico y desenfadado a la vez. Ironía, sarcasmos, gestos, letras intencionadas, el doble sentido, retruécanos… Hasta el ritmo del espectáculo hace que los salmos sectarios de Warren Sánchez conecten con los diez minutos de recuerdos finales -una licencia a la nostalgia- en una fluidez imperceptible. Como en las grandes obras de los grandes escenarios. Una delicia audiovisual. Cada entrega de Les Luthiers les convierte en inmortales. La complicidad, fruto de la comicidad, brota desde su aparición en escena y se refuerza con la breve introducción que Marcos Mundstock -¡qué voz!- hace de cada una de las partes del espectáculo. Si alguien anda en horas bajas o al borde de la depresión, que tome una dosis -una sola bastaría- de la ironía luthieresca.
Destilan genialidad y con eso queda todo dicho. Especialmente, cuando es una constante. Sobre todo, cuando contrastan que el humor es cosa seria. Hasta hacerlo conspicuo.

TE PUEDE INTERESAR