Impuesto ‘azucarado’

El Gobierno de Canarias, igualando al de Cataluña, está estudiando gravar el consumo de las bebidas azucaradas y refrescos con la intención de ayudarnos en nuestra dieta. Para variar, el Archipiélago canario lidera la tasa de diabetes y obesidad, es decir, que somos los más gordos y los que más azúcar tenemos en nuestro cuerpo. Estoy de acuerdo en que hay que poner remedio. La sanidad canaria se gasta mucho dinero en tratamientos contra todas estas enfermedades procedentes de nuestra mala alimentación. Pero, siendo consciente de esto, no me gusta la idea de que el Gobierno decida nuestra cesta de la compra porque, a partir de ahí, se abre una veda muy peligrosa. Si el Ejecutivo quiere poner un impuesto a los refrescos y a los bollos que lo ponga, pero que no busque la excusa de que es por nuestra salud. Tengo serias dudas de que dicha tasa provoque una reducción del consumo y la tengo porque, en primer lugar, la subida es casi simbólica, con lo que no frenará al consumidor; y en segundo lugar, porque no existe una relación directa entre subida de impuestos-bajada del consumo, salvo que dicho incremento sea muy elevado. Y este no es caso. El tabaco es uno de los productos con más presión impositiva de los que hoy en día se consume y, sin embargo, los fumadores no han dejado de fumar por ello. La reducción en el consumo de cigarrillos se debe a una mayor concienciación del fumador, por supuesto; y a la prohibición de fumar en espacios públicos. Salir cada cinco minutos del trabajo a fumar o dejar la conversación a medias en una cena si son unas medidas que han ido frenado y reduciendo el consumo de tabaco. Y no tanto la constante subida de impuestos que sufre este producto. Además, si realmente dicho impuesto lo que persigue es concienciarnos para que consumamos menos azúcar ¿no debería anunciar la medida el consejero de Sanidad en lugar de la consejera de Hacienda? El consumo es relativo: uno paga por los productos lo que puede y quiere gastarse. Por mucho que se rebaje el precio de la verdura y de la fruta, así como de los gimnasios, si la gente no quiere fruta no la comprará y tampoco irá a los gimnasios. Influirá algo, sí, pero no como para que nos entre una fiebre de salud repentina. Esto se consigue, como lo ha hecho tráfico, con campañas de concienciación y sanciones elevadas a las infracciones. Hay que quitar las máquinas de bollería en los centros escolares, que las hay. Fomentar, en los mismos colegios, la educación física porque ahora resulta que esta asignatura es teórica y se da en las aulas, sentados, en lugar de en los gimnasios, e incluyendo la asignatura de nutrición. Y, sobre todo, prohibiendo a nivel europeo determinados niveles de azúcares en los productos y multando a las empresas que incumplan con esta medida. No castigando al consumidor. Ésta es la única vía para que los ciudadanos tomemos conciencia de la importancia de alimentarnos bien y de hacer ejercicio físico. Lo otro, subir impuestos, está muy bien para llenar las arcas públicas, pero no reducirá el consumo ni quitará los donuts o la Coca Cola de nuestra mesa. Por mucho que suban los precios de los coches para que no haya accidentes de tráfico, la gente que pueda pagarlos, seguirá comprándolos. Lo que hace que disminuyan los accidentes no es que los coches sean caros, sino las normas de tráfico con fuertes sanciones y las campañas de concienciación.

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