‘Interregno’ o la vida aplazada

La última novela del escritor canario Roberto A. Cabrera sumerge al lector en las miserias y esperanzas de lo cotidiano, desde la mirada distante e irónica de un fotógrafo de prensa
Autorretrato del escritor Roberto A. Cabrera. | R. A. C.

Interregno se parece tanto a la vida que pese a la deformación de la realidad que ofrece este “vodevil”, como describe su última novela el escritor canario Roberto A. Cabrera (Santa Cruz de Tenerife, 1971), provoca un cierto temor mirarse al espejo que propone a sus lectores. Un espejo deformado, pero no por la lente del fotógrafo de prensa que protagoniza la obra, sino por la propia realidad en la que habita, de la que se sitúa al margen porque, “tras la cámara, Humberto puede permitirse la ventaja de distanciarse”.

Humberto Laredo. Así se llama el “héroe” -una ironía del autor- de este relato, que viene después de la novela Bajo el sol de los muertos, que está, de momento, solo publicada en versión digital. “Hace años que sentía la necesidad de escribir Interregno, pero surgió como un oasis tras Bajo el sol de los muertos, cuya escritura me agotó mucho”.

Sin embargo, el lector no se va a encontrar con una obra liviana o un mero divertimento literario. Hay mucho humor y sátira en las 120 páginas de este trabajo publicado por la Editorial Trifolium y que presentará en la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife el próximo 28 de mayo. Pero también hay una profunda meditación sobre la condición humana, que habita en un tiempo de espera, incluso a veces de esperanza. Un interregno, como proclama el título, entre la miseria y la grandeza; el todo y la nada; el amor y la soledad, la vida y la muerte. Ese “estado de excepción” en que vivimos y que Walter Benjamin sostenía que “nos ha enseñado la tradición de los oprimidos”.

No es un relato desesperanzado, ni de perdedores, pese a que la fatalidad, el desamor y la injusticia pueblen las páginas de la novela, donde conviven con episodios esperpénticos, como una escena de sexo que se ve interrumpido en sus preliminares por una crisis aguda de gases (¿a quién no le ha pasado?). La ironía funciona como un disolvente contra lo establecido, el orden de las cosas y la pesada carga de los hechos. Un antídoto para sobrellevar los días de “subsuelo” (¿un guiño a Dostoyevski?), en los que Humberto Laredo habita cotidianamente.

Así, Cabrera, fotograma a fotograma, retrata un catálogo de seres mediocres, inconsistentes y arribistas que componen la redacción de un periódico de provincias en el que trabaja como fotógrafo Humberto Laredo, donde la envidia, la prepotencia y un rancio catolicismo, bajo la sombra del Opus Dei, amarillean la atmósfera que se respira en este micromundo, pese a creerse el centro del universo. La miseria y los miserables juntos.

Pero es sobre todo el amor, o mejor, su ausencia, lo que mantiene al protagonista a medio camino entre un mundo y otro. Abandonado hace tres años por Matilde, su nueva pareja, Natividad, tierna, ingenua o “tonta”, como la describe su propia hija, no logra llenar el vacío de la ausencia, ni mucho menos trasladarlo a otro universo que anhela.

Portada del nuevo libro de Roberto A. Cabrera. | DA

Con Natividad comparte la vida. Un polvo rápido en un hotel de medio pelo, una cena de croquetas congeladas y un minúsculo hogar sin intimidad alguna. Con Matilde, en cambio, conserva recuerdos de una romántica estancia en Viena. El destierro de ese reino lo había dejado sin defensas.

Es en el improvisado cuarto oscuro del fotógrafo, entre los olores penetrantes a los líquidos de revelado, donde aparece su verdad más íntima. Una fotografía de una vieja escalera, de la que nada se sabe más allá de que al término de los peldaños se columbra un rayo de luz, es la metáfora de una existencia.

En la escritura de Cabrera no solo hay un poso de su formación filosófica, materia que imparte en el instituto de San Andrés y Sauces (La Palma), sino también del poeta que fue hasta el cambio de siglo, cuando decidió saltar a la narrativa. Poeta que no ha dejado de ser y quizá se trate también de un reino al que algún día regrese el escritor.
Pero hay otra referencia artística del autor: la fotografía. Cabrera es un apasionado de este arte. Su obra fotográfica solo era conocida entre los más cercanos, pero poco a poco ha ido viendo la luz pública desde su reciente nominación en el Fine Art Photography Awards.

“No hay conflicto y sí cierta armonía entre mi escritura y la fotografía”, sostiene el autor. “En la fotografía trabajo con imágenes que son recurrentes, cierta percepción sobre el paso del tiempo y la búsqueda de la abstracción de las formas, que están también reflejadas en mi manera de atender estilísticamente la escritura”. En Interregno, “la fotografía que se describe es mía y mi credo estético como fotógrafo está puesto ahí también”, concluye.

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