La Casa del Barco, joya patrimonial de La Verdellada

El vestigio más antiguo del popular barrio lagunero conserva en su interior un aljibe del siglo XVI y uno de los pocos molinos de viento que quedan en la Isla; el objetivo es convertirlo en el centro de visitantes del barranco de la zona.
Vista general de la Casa del Barco, con el antiguo molino aún en pie, aunque, lamentablemente, se perdió el barco que dio nombre al inmueble. Sergio Méndez
Vista general de la Casa del Barco, con el antiguo molino aún en pie, aunque, lamentablemente, se perdió el barco que dio nombre al inmueble. Sergio Méndez
Vista general de la Casa del Barco, con el antiguo molino aún en pie, aunque, lamentablemente, se perdió el barco que dio nombre al inmueble. Sergio Méndez

La Casa del Barco es el testimonio más antiguo de La Verdellada, de hecho forma parte del nacimiento de este barrio y cuenta en la actualidad, además, con el último molino de viento que queda en La Laguna, y de los pocos de la Isla. Sin embargo, esta joya del patrimonio del municipio languidece a la espera de una solución que ponga en valor a este importante símbolo de la historia de La Verdellada. La Casa del Barco fue, en sus orígenes, la vivienda del medianero de la finca de La Verdellada, que pertenecía en el siglo XVI a la familia de Villanueva del Prado, propietarios en generaciones posteriores del Palacio de Nava, según recoge la información del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (Cicop).

En los siglos XVI y XVII las fincas de La Verdellada y Barrio Nuevo estaban cultivadas de viñas. En el caso de la primera, se trataba de una uva verde de origen portugués denominada verdello, de ahí el nombre del barrio. La Casa del Barco era el centro de toda esta zona. En el siglo XVI, de la actual Casa del Barco solo existía el aljibe y una serie de chozas aledañas.

La primera edificación formal de la casa es del siglo XVII, cuando aparece ya reflejada en los planos de la Capitanía General de Canarias, y en torno a ella empezaron a aparecer una serie de casitas a lo largo del siglo XX, que son el origen actual del barrio de La Verdellada, de las cuales aún quedan algunas edificaciones. A finales del siglo XX residió en la vivienda un comerciante marinero de origen alemán, quien construyó en la copa del alcornoque que había allí un barco de madera, que se usaba como lugar de merienda. Fue construido con el fin de divisar las embarcaciones que venían por la costa a Santa Cruz, misión que nunca logró su objetivo por la lejanía. Desde ese entonces, y dada la originalidad y el impacto que suponía ver un barco en la copa de un alcornoque tan lejos del mar, la gente empezó a frecuentar el lugar, apodado como la Casa del Barco, explicaron desde el Cicop. Lamentablemente, nada queda hoy en día de ese barco, del que se le perdió la pista en la historia, apuntó el presidente del Cicop, Miguel Ángel Matrán.

Sin embargo, por suerte sí se ha conservado el aljibe original del siglo XVI, que se ubica debajo de la casa, así como el molino de viento, tipo multipala americano, que se instaló en el edificio en torno a 1890 para bombear agua del aljibe para su uso agrícola, aunque se encuentra deteriorado.

Además, la casa linda al norte y al este con un patio comunitario en el que destaca un centenario bellotero (alcornoque), que es el árbol más longevo de La Verdellada y que está datado, aproximadamente, en 300 años.

La importancia de esta casa para el barrio se constata, asimismo, en que “los dos símbolos representativos del escudo de La Verdellada están en la casa: por un lado, el molino de viento, que está en el centro del escudo, y por otro, el alcornoque”, que también aparece, según explicó el concejal lagunero Jonathan Domínguez, quien hace años fue presidente de la Asociación de Vecinos Los Verdeños y ha luchado por la conservación de esta casa.

De hecho, a principios de la década de los 90 del pasado siglo el proyecto del ensanche de la avenida La Salle incluía la demolición del histórico inmueble y la tala del centenario alcornoque, según relata El Verdeño. De acuerdo con la información del Cicop, las excavadoras llegaron hasta la puerta de la casa y se derribó el tanque pequeño que había a los pies del alcornoque.

Sin embargo, el movimiento vecinal, del que formaba parte Jonathan Domínguez, logró parar este derribo. Además, tras negociaciones con el Ayuntamiento, se estableció la salvación de la casa proyectando una vía alternativa, denominada por los vecinos como Variante de la Casa del Barco, que transcurre por la parte trasera del inmueble y desvía el tráfico de la avenida La Salle hasta el túnel de la Vía de Ronda sin necesidad de demoler la edificación. Asimismo, el tramo de esta avenida que transcurre paralelo a la casa se establece como vía peatonal. “Por ahora lo que hemos conseguido, desde la aprobación del PGO vigente, es que por primera vez un plan general proteja de alguna manera la existencia de la casa, como bien patrimonial pero no catalogado -explicó el concejal-. Al declararse de servicio a la comunidad, eso ha evitado que se le pueda dar otro uso y que no haya sido demolida o vendida”.

El siguiente paso es la restauración de la casa para ponerla en valor. Aunque hace años desde la asociación de vecinos se propuso que este inmueble albergara una ludoteca, la idea se desestimó finalmente, ya que “hoy en día una biblioteca tan pequeña no tendría ningún tipo de futuro y, en lugar de utilizar ese edificio tan histórico para simplemente un aula de estudio, se pueden buscar otras alternativas”, apuntó Domínguez.

Por ello, la propuesta que está ahora mismo sobre la mesa es que se convierta en un Centro de Visitantes vinculado con el proyecto de recuperación ambiental y etnográfico del barranco de La Verdellada, que se está trabajando junto con el Cabildo y el Gobierno de Canarias.

Sin embargo, uno de los problemas para darle este uso al inmueble está en la negociación con sus actuales propietarios. “En el mandato pasado, que es cuando iniciamos las conversaciones, preferimos optar por la posibilidad de una compra negociada o una permuta con los propietarios”, relató Jonathan Domínguez. Se iniciaron las negociaciones, pero no llegaron a buen puerto, y así hasta el día de hoy. “Hace muy poco estuvimos con Patrimonio para reconstruir el molino y los propietarios no dieron permiso. Nosotros llevamos años intentándolo y seguiremos. Hemos adecentado el entorno y la vía pública, esa zona se hizo peatonal y se hizo una pequeña plazoleta, se protegió el árbol donde estaba el barco y se pusieron unas mesas y los adoquines del casco se han utilizado ahí… Y hemos intentado protegerlo en lo que hemos podido”, añadió el presidente de la Asociación de Vecinos Los Verdeños, Moisés Afonso.

Por ello, “en el nuevo PGO se ha querido buscar una solución urbanística para que los propietarios tampoco se vean afectados y que permita al Ayuntamiento, si al final vemos que peligra el patrimonio histórico de la casa, poder actuar de otra manera -apuntó Domínguez-. Pero hasta que no entre en vigor el nuevo PGO, no podemos hacer nada”.

“Es un sueño que no descarto algún día verlo cumplido”, enfatizó el edil: el de lograr conservar esta estampa viva del pasado de La Verdellada.

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