Ayudando a lograr una nueva vida

La Asociación Nahia trabaja con menores tutelados en el tránsito a la mayoría de edad, con la búsqueda de empleo y apoyo emocional
A principios de julio comenzará la segunda edición de los talleres Labora-t para ayudar a menores tutelados. DA

Dar el paso al mundo adulto nunca es sencillo, y menos cuando no se ha contando con un respaldo familiar que enseñe las herramientas necesarias y más adecuadas para dar hacer este tránsito con éxito. Con el fin de brindar una respuesta a esta necesidad surgió en 2015 la Asociación Asistencial Nahia, con sede en el antiguo IES José de Anchieta, en La Laguna, y desde donde Lidia Martín (vicepresidenta) y Laura Sosa (presidenta) ayudan a jóvenes tutelados en la búsqueda de empleo, formación y vivienda, así como en el plano emocional y personal.

“Tanto Laura como yo estuvimos trabajando 10 años dentro del sistema de protección al menor como educadoras y nos dimos cuenta de que el mayor problema que tienen estos chicos es que, una vez alcanzada la mayoría de edad, pasan a ser adultos, con todo lo que conlleva, pero sin tener ningún respaldo”, explica Lidia. Entonces, “veíamos que la solución primordial para estos chicos era la inserción laboral, que tuvieran la oportunidad de empezar a trabajar antes de los 18 porque era lo que les iba a asegurar ser adultos independientes, poder seguir estudiando y evitar volver de donde habían salido”.

Laura y Lidia comenzaron con menores con los que habían trabajado durante su etapa como educadoras en pisos tutelados por la administración pública, poniéndolos en contacto con empresas. “Y empezamos a romper el estereotipo que hay alrededor de los jóvenes tutelados, porque lo primero que piensa la sociedad en general -indica Lidia- es que son delincuentes, y no todos los chicos tienen ese perfil. Son chicos que vienen de familias desestructuradas y, por no tener unas relaciones paterno-filiales adecuadas, son retirados de su entorno familiar y pasan a convivir en centros que intentan emular una vivienda familiar normal”. Así, enfatizó que no se trata de “chicos que entren por medidas judiciales, y queremos demostrar que son válidos”.

“Nuestros chicos tienen un daño emocional -explica-, y son historias que van a marcar su forma de ser, pues a lo mejor les llevarán a ser más impulsivos que otras personas, pero es un mecanismo de defensa, porque, probablemente, las lecciones que recibieron en sus primeros años no fueron las correctas”.

Hasta ahora, desde la asociación han logrado ir colocando a varios de los menores. “Cuatro empresas han contratado y otra colabora en temas de formación y orientación, y luego contamos con la Fundación Laboral de la Construcción y Fepeco, que nos da formación relativa a la construcción de manera gratuita”, apunta Lidia.

A raíz de esta labor, el Instituto Insular de Atención Social y Sociosanitaria (IASS) del Cabildo se puso en contacto con la asociación, y de un convenio de colaboración surge el programa Labora-t en 2016, por el que la asociación realizó talleres con un grupo de 10 menores procedentes de diferentes pisos de protección donde se trabajaban aspectos como la entrevista de trabajo, la realización de un currículo o una carta de presentación, así como la tolerancia a la frustración, la gestión del tiempo o el trabajo en equipo.

De estos 10 jóvenes lograron insertar laboralmente a seis, hay una chica pendiente y otros tres “se cayeron porque no tenían el perfil, pero seguimos trabajando con ellos y mantenemos un seguimiento, no rompemos la vinculación”. La asociación trabaja ahora en la selección de los menores que participarán en la segunda edición de Labora-t, que arranca ya a principios del próximo mes y contará con más de 20 jóvenes.

Laura (izq.) y Lidia, en la sede de la asociación en el IES José de Anchieta. SERGIO MÉNDEZ

GANAS Y MIEDO

“Los chicos vienen con muchas ganas e ilusión, pero hay que sumar el miedo. No olvidemos que aunque legalmente estén próximos a ser adultos, siguen siendo muy jóvenes y hay mucho miedo a esa mayoría de edad, porque es un cambio radical en sus vidas -señala Lidia-. Pero están muy predispuestos a empezar a trabajar y tienen muchas ganas de cambiar sus vidas. En una de las entrevistas uno de ellos me decía: “Yo quiero trabajar para no volver con mi familia, porque si vuelvo sé lo que va a pasar”. Ellos son conscientes de que necesitan un empleo para cambiar sus vidas”.

Y el cambio se puede lograr. “Tenemos casos de chicos que están trabajando y su vida, su actitud, su conducta, su forma de hablar y todo ha cambiado radicalmente, porque la estabilidad que les da un trabajo, el sentirse arropado, útil, no tiene precio. Les cambia hasta la cara”, destaca Lidia.

Desde la asociación atienden también a otros colectivos, como mujeres víctimas de violencia de género o personas en riesgo de exclusión social, porque “no cerramos la puerta a cualquier persona que nos toca y pide ayuda”.

“TODO PUEDE MEJORAR Y SIEMPRE SE PUEDE SALIR ADELANTE”

Kevin y Mariama tienen 22 años en la actualidad, pero fueron de los primeros menores tutelados con los que Laura y Lidia trabajaron, convirtiéndose en un ejemplo para los chicos que llegan a la asociación de que “todo puede mejorar y siempre se puede salir adelante”, afirma Mariama.

Los dos se sienten muy agradecidos con Laura y Lidia, a quienes consideran como segundas madres, y saben que sin su ayuda “hubiese acabado de otra manera, hubiese acabado peor”, relata Kevin.
“He compartido momentos con ellas desde que entramos en el sistema de menores y siempre he podido contar con ellas emocionalmente y a nivel personal. Hablas con ellas cuando estás triste o de bajona o tienes dudas o no entiendes algo, son como nuestras madres”, manifiesta Kevin, quien, en la actualidad, no tiene trabajo, pero quiere seguir formándose, en comercio y marketing, para algún día contar con su propio negocio. Por ello, aconseja a los chicos que acudan a la asociación, que “ahora es el momento de formarse, salir adelante y mirar por un futuro. En el día a día hay que hacer muchas cosas para que luego a los 18 años no tengan tanto altibajos como otros, que no hemos tenido un referente y hemos pasado por algo similar”.

Kevin y Mariama tienen 22 años y fueron de los primeros menores atendidos por Laura y Lidia. SERGIO MÉNDEZ

Mariama tiene trabajo en estos momentos y reconoce que la ayuda de Laura y Lidia le vino “de maravilla”. “Cuando yo me encontraba mal recurría a ellas y los consejos que me daban me ayudaban muchísimo. Gracias a ellas dos he logrado ir saliendo poco a poco hacia adelante, me ha ayudado a madurar”, relata. En el futuro, a Mariama le gustaría crear una ONG para ayudar en su país, Guinea Conakry, y seguir formándose para ser agente de viajes.

A los chicos que acuden a la asociación les aconseja que “sigan los consejos de Laura y Lidia y que estén comprometido con la labor. Que todo puede mejorar y siempre se puede salir adelante, que si tienen sus momentos bajos que cuenten con ellas, que están ahí para ayudarlos”.

Y para los empresarios tienen un mensaje claro: “Que les den a los chicos una oportunidad de crecer, que somos personas que, por muchos tatuajes, piercings o actitud de duros que parezca, siempre tenemos un corazón y podemos trabajar y hacer las cosas como cualquier persona”. Porque nunca es tarde para comenzar.

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